Diócesis de Temuco

Monseñor Héctor Vargas “Nunca como hoy, ha sido tan necesario acudir a la conciencia moral del hombre”

El toque del Kul Kul, -instrumento ancestral-, marcó el inicio de la Liturgia del Te Deum de Fiestas Patrias en la Iglesia Catedral de la Diócesis San José de Temuco, Acción de Gracias a Dios por nuestro país y por el progreso de esta región de La Araucanía.

En el Te Deum, los Emblemas Patrios, son signo de nuestra vida y de nuestra identidad como país libre y soberano, fue así que se entonó el Himno Nacional, acompañado por la Banda del Destacamento de Montaña Nº8 Tucapel.

En procesión desde la entrada de la Catedral, portando Incensario, naveta, Cruz y cirios, nuestro Pastor Monseñor Héctor Vargas Bastidas, presidió la celebración de esta Solemne Liturgia.

El Obispo tras saludar a todos los asistentes y diversas Autoridades del Gobierno Regional y Representantes de las FFAA y de Orden, expresó “Hoy nuestro país, mayoritariamente creyente, se regala un tiempo para volver su mirada a Dios, fuente y sentido de nuestra vida. Queremos agradecerle a miles de compatriotas que día a día, aportan lo mejor de sí para la construcción de una patria más justa y más fraterna, anhelando una convivencia fundada en el respeto por la dignidad de toda persona humana y trabajando en la construcción del bien común”.

Añadió que la persona es capaz de conocerse y ser dueña de sí misma,  de donarse libremente, y entrar en comunión con otros a quienes se siente llamada a amar y servir. “Por el contrario, cuando en la sociedad falta ese fundamento divino, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas, llevando no raramente al hombre a la desesperación”, señaló monseñor Héctor Vargas, instancia donde sostuvo que “(…) La índole social del hombre dada por el Creador, demuestra que el desarrollo de la persona y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados, porque el principio, el sujeto y el fin de toda sociedad es el bien integral de la persona del hombre y la mujer”.

Sostuvo que “Es cierto que las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones propias de las estructuras económicas, políticas y sociales, cuando al estructurarse de acuerdo a otros intereses, no tienen entre sus prioridades lo ya dicho. Entonces tienden a proceder desde la soberbia y del egoísmo humanos, que pueden trastornar seriamente el ambiente social”.

Planteó que en La Araucanía, como en otras partes, hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida, como las tinieblas de la injusticia y de la inequidad social “(…) al punto de tener en la Región cerca de cien mil personas sin agua potable; las tinieblas corruptoras de los intereses personales o grupales, que consumen de manera egoísta y desaforada lo que está destinado para el bienestar de todos; las tinieblas del irrespeto por la vida humana que siega a diario la existencia de tantos inocentes, cuya sangre clama al cielo; las tinieblas de la sed de venganza y del odio que mancha con sangre humana las manos de quienes se toman la justicia por su cuenta; las tinieblas de quienes se vuelven insensibles ante el dolor de tantas víctimas, el abuso de menores y mujeres, la explotación inmoral de los migrantes”.

Fue así que durante su alocución, el Obispo de la Diócesis de Temuco, reiteró que “No pocos de estos problemas e incluso dramas que solemos vivir en la Región, como el tema del Pueblo Mapuche y el de las víctimas de la violencia, son justamente fruto de esta vulneración de la dignidad humana y de la diversidad de derechos que se desprenden”.

En este sentido añadió “ (…)Más allá de la responsabilidad directa y evidente que le cabe al Estado en las causas y consecuencias,  pareciera que a nivel local  los prejuicios, desconfianzas, presiones e intereses de todo tipo de distintos sectores, son más fuertes que la convicción que esto no será posible si no construimos soluciones según las exigencias de la paz, la verdad y la justicia.”

En esta línea, manifestó que la reconciliación, por tanto, se concreta y consolida con el aporte de todos, permite construir el futuro y hace crecer esa esperanza, “Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación, siempre será un fracaso (…)Hemos aprendido que estos caminos de pacificación, de primacía de la razón sobre la venganza, de delicada armonía entre la política y el derecho, no pueden obviar los procesos de la gente”.

Planteó lo oportuno de volver a pensar en nuestro común origen, en nuestra historia, en nuestro destino común, “Nunca como hoy, en una época que se caracteriza por tal progreso humano, ha sido tan necesario acudir a la conciencia moral del hombre. Porque el peligro no viene ni del progreso ni de la ciencia, que, bien utilizados, podrán, por lo contrario, resolver muchos de los graves problemas que afligen a la humanidad”.

Señaló que el verdadero peligro está en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a la ruina como a las más altas conquistas.

Fue enfático en expresar que “No podemos silenciar la gravedad, y el enorme dolor que significa la introducción del aborto en tres causales en la legislación chilena. En efecto, miles de niños inocentes perderán la vida. Cuando se toca lo más sagrado que existe, se hieren las bases mismas  que  sustentan lo auténticamente humano y justo”.

“Pero como Iglesia, estos retrocesos no pueden paralizar nuestra misión y servicio al país. Por eso hemos anunciado que, “a partir de ahora nuestra opción por la vida se traduce en redoblar nuestro esfuerzo para seguir acompañando a las mujeres que viven situaciones límite en su embarazo, a las que deciden continuar con él y a las que piensan que el aborto es una solución. La Iglesia, pueblo de Dios al servicio de todos, particularmente de los más débiles, siempre ofrece sus manos y extiende su abrazo de servicio a todas las personas que necesiten paz, amparo, apoyo y consuelo” (Mensaje Comité Permanente, 21 de agosto 2017)”.

Aseveró que “A veces nos parece que las decisiones políticas pasan más por los intereses y objetivos de una reducida élite que por los clamores más sentidos de la ciudadanía”, agregando en esa línea que “Nuestra historia nos ha enseñado que la paz no se impone por la vía de la fuerza, sino que brota de la razón humana capaz de dialogar y alcanzar entendimiento”.

Concluyó sus palabras, manifestando que “La paz no consiste en acallar los disensos legítimos, sino que presupone un espacio de libertad y libertades cuyo marco de referencia ha de ser siempre la dignidad de la persona”.