Diócesis de Temuco

Ordenación Diaconal de Lisandro Abello Balboa

El sábado 23 de septiembre, en la parroquia Sagrado Corazón de la comuna de Lautaro, se celebró la Solemne Eucaristía donde fue ordenado Diácono en Tránsito, Lisandro Abello, la que presidió Monseñor Héctor Vargas Bastidas, obispo de la Diócesis San José de Temuco, que como fiel sucesor de los apóstoles y con la imposición de sus manos, confirió tan importante ministerio.

El obispo, señaló en su homilía que: “Nos congregamos en esta asamblea de fiesta para celebrar la ordenación diaconal de un querido hermano nuestro, Lisandro Abello, que luego de la formación recibida y la experiencia pastoral realizada, ha acogido el llamado que Dios le ha dirigido para ser su discípulo misionero en medio de su pueblo como ministro de la Iglesia (…) para que la misión que el Padre confió a su Hijo y éste a los Apóstoles, continúe en la Iglesia hasta el fin de los tiempos, Jesucristo instituyó el sacramento del Orden Sagrado”.

Agregó que el amor contenido en el don del llamado de Dios a consagrar su  vida, no se merece otra respuesta que la entrega total. “El celibato es, ante todo, un signo de que amas a Cristo con amor indiviso y te consagras a él y al servicio de los hermanos, de una manera total y exclusiva. El fundamento del celibato se encuentra en quien lo inspira en el corazón, en Dios mismo, como una opción libre que hace plena la entrega (…) El celibato, al contrario de lo que piensa el mundo, es un modo intensamente evangélico de amar, es decir, sitúa al consagrado en una relación profunda y vital de amor con Dios y con el prójimo”.

“Todo ello es posible porque el celibato no es fruto del esfuerzo y de la voluntad humana, sino un don precioso de la gracia divina, que el Padre Dios concede a algunos. Luego nuestro celibato no es una actitud humana o ejercicio ascético que un hombre adopta por iniciativa propia, sino que una vocación, una llamada que procede de la iniciativa de Dios y a la que cada llamado debe responder movido y apoyado por la gracia divina. Si nuestra respuesta la damos con gratitud y alegría, demostrará plenamente nuestro amor a Dios y se hará testimonio creíble ante nuestros hermanos, especialmente los jóvenes. De este modo seguimos más de cerca a Jesucristo y nos vamos asemejando con el género de vida que escogió para sí”, manifestó monseñor Héctor Vargas.

En esta misma línea, planteó que: “La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos. Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo (…) es amor que se manifiesta en las distintas tareas que como ciudadanos estamos invitados a desarrollar. Por eso, el cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles”.

Al concluir su homilía, el pastor Diocesano, expresó: “Querido Lisandro, que el Señor por la intercesión de María Santísima, la primera discípula servidora de la humanidad, te acompañen cada día y te ayuden a ser  fiel”.

Posteriormente, el Obispo, en virtud de la autoridad apostólica que posee, interrogó al candidato al orden de los diaconados, asegurando así su real compromiso en esta tan noble decisión.

Momento muy especial, fue también, cuando por la imposición de sus manos, el Obispo repitió el signo realizado por los apóstoles cuando fueron elegidos los primeros diáconos de la Iglesia.

A continuación, Lisandro fue revestido con los ornamentos propios de este ministerio, ayudado por los presbíteros Edgardo Betancur y Jorge Vidal, momento que fue acompañado con mucha oración. Luego, el Obispo entregó el libro de los Evangelios al nuevo diácono, como signo fundamental de la Palabra que proclamará, posteriormente, le dio el abrazo de la paz, lo que fue replicado por los demás diáconos, como signo de bienvenida al orden diaconal.

Tras concluir la ceremonia de Ordenación, el nuevo diácono en tránsito dirigió algunas palabras de saludo, “Agradezco a todos por darse el tiempo de compartir conmigo este don tan grande que me ha dado el Señor, quien con su infinita misericordia me ha llamado y uno tiene que estar dispuesto a escucharlo (…) Llamo a las familias a contribuir a las vocaciones, no hay nada más hermoso. Yo tuve la oportunidad de estudiar en la universidad, titularme, de trabajar, pero  no hay nada que se parezca a esto, los invito a ser generosos en la entrega de lo que el Señor quiere”.