Recordando al Peregrino de la Paz
30 años de la visita de Juan Pablo II a La Araucanía
– En el trigésimo aniversario de la primera y única vez que el Vicario de Cristo ha pisado y besado nuestro suelo, invitamos a todos a recordar su visita.
Las miles de personas que se reunieron con el Papa Juan Pablo II en la Pampa Ganaderos, hace 30 años, aún sienten los ecos del mensaje entregado a los pueblos indígenas y campesinos.
En la Iglesia diocesana se crearon equipos de trabajo en sintonía con la organización nacional de la visita. Se vivía un ambiente frenético y de entusiasmo. Había que movilizar, motivar y desplegar un enorme apoyo logístico. Sobre todo, convocar a los laicos a comprometerse con la organización de la visita y a prepararse en un sentido integral. El encuentro con el Papa debía ser la antesala de un proceso de conversión mayor, (“Miradlo a El”) y de compromiso con la construcción de la convivencia (“Los pobres no pueden esperar”).
También desde las instancias gubernamentales se vivía un proceso de preparación y de coordinación pues, entre varias tareas, hubo que mejorar los espacios y accesos para los peregrinos. Muchos son los testigos de cómo la capital de La Araucanía se engalanó para el encuentro y se preparó espiritualmente para acoger el mensaje del Vicario de Cristo.
La Pampa Ganaderos tuvo un escenario monumental, cuya cruz permanece en el lugar, y desde donde el Papa pudo ver, sentir y hacerse oír ante los miles de hombres y mujeres de esta parte del sur de Chile, unidos por una misma fe y un mismo espíritu de esperanza.
La Pampa Ganaderos fue, en un sentido alegórico, la gran plaza del reencuentro de los chilenos de la IX Región, sentimiento que se vivió también en las otras ciudades donde hubo actos masivos, liturgias y eucaristías con el Papa. Los preparativos, en síntesis, fueron espirituales y materiales. Y en este proceso todos los habitantes de la región fueron protagonistas y no sólo espectadores. Para La Araucanía esta visita fue un acontecimiento que “marcó” a muchos. Prueba de ello fueron los importantes y profundos testimonios que diez años después, en 1997, en un encuentro convocado por el obispo Sergio Contreras Navia dieron algunos actores regionales, como el senador Sergio Diez, el alcalde René Saffirio y el intendente regional Oscar Eltit, quienes ejercían funciones públicas ese año. La visita del Papa a Temuco del 5 de Abril de 1987 no había sido indiferente y, más bien, había provocado un renacimiento de la esperanza entre todos y provocado un fortalecimiento de la fe en Cristo y su Iglesia. Qué duda cabe que los miles de peregrinos que se reunieron con el Papa Juan Pablo II en la Pampa Ganaderos, hace 30 años, aún sienten los ecos del mensaje entregado a los pueblos indígenas y campesinos.
“En modo particular me alegro de saludar al pueblo mapuche, que cuenta con su lengua, su cultura propia y sus tradiciones peculiares como valores característicos dentro de la nación chilena”. El Papa Juan Pablo II habló así en Temuco, a los campesinos e indígenas la mañana del 5 de Abril de 1987.
En otros momentos y escenarios de su visita, el Peregrino de la Paz habló a las familias, a los trabajadores, a los jóvenes, a los sacerdotes y religiosos y al mundo de la cultura, por sólo mencionar algunos de los grupos que tuvieron encuentros personales y recibieron los mensajes que convocaron al país entero, sin distinción de creencias o condición social.
Ello prueba que no se puede reducir el legado del Pastor a un solo aspecto sino a muchos; a tantos como a cada uno de quienes estuvieron cerca de él y experimentaron el encuentro con Jesucristo a que invitaba con insistencia el Papa, así como a la construcción de una sociedad más fraternal.
En la Pampa Ganaderos de Temuco, hoy Villa Juan Pablo II, estaban los mapuche y los campesinos venidos desde diferentes partes de Chile. A todos ellos les diría: “No os dejéis abatir ni os atemoricéis por las dificultades, queridos campesinos y mapuches”. Pero, al mismo tiempo, formuló un llamado radical: “Hombre viejo es el que no ha sido renovado por Cristo…Hombre nuevo, en cambio, es aquél cuyas obras son agradables al Señor”.
Palabras escogidas
“El Papa, hoy desde Temuco, alienta a los mapuche a que conserven con sano orgullo la cultura de su pueblo: las tradiciones y costumbres, el idioma y los valores propios. El hombre es imagen y semejanza de Dios; por esto mismo, el amor de Cristo a los hombres alcanza a todas las múltiples formas de las que el hombre se expresa conforme a esa imagen y semejanza. Al defender vuestra identidad, no sólo ejercéis un derecho sino que cumplís también un deber: el deber de transmitir vuestra cultura a las generaciones venideras, enriqueciendo, de este modo, a toda la nación chilena, con vuestros valores bien conocidos: el amor a la tierra, el indómito amor a la libertad, la unidad de vuestras familias. Sed conscientes de las ancestrales riquezas de vuestro pueblo y hacedlas fructificar. Sed conscientes, sobre todo, del gran tesoro que, por la gracia de Dios, habéis recibido: vuestra fe católica”…
…”Por la intercesión de Nuestra Madre, Santa María –tan querida y venerada por nosotros- ¡Quiera Dios que en el campo chileno se abran surcos renovados para sembrar esperanzas de vida eterna! Y ¡que el amor y la paz de Cristo presidan siempre vuestras vidas en esta Tierra. Amén”.
La visita de Juan Pablo II a Chile en Abril de 1987
De las Crónicas de Monseñor Guido Rodríguez
El Papa Juan Pablo II tiene un amor especial por nuestro país y lo ha demostrado claramente cada vez que ha tenido algún encuentro con los chilenos. Recuerdo la forma tan cariñosa y simpática en que se refirió a nuestra patria en las ceremonias de la canonización de Santa Teresa de Los Andes y de la beatificación del padre Alberto Hurtado. Un gesto dice más que muchas palabras. En la audiencia especial realizada en el aula Paulo VI, al día siguiente de la canonización de Santa Teresa de Los Andes había un número importante de chilenos y también muchos franceses y españoles…los chilenos que se abalanzaron para saludarlo y expresarle su cariño, el Papa sonreía y bendecía complacido.
Cada vez que ha habido oportunidad el Papa recuerda su viaje a Chile como uno de los gratos realizados por él. En realidad ése fue un momento histórico de los más relevantes en la historia del país. Y, cómo nos preparamos para esa visita, no sólo en los aspectos materiales y organizativos que fueron ejemplares, sino sobre todo en lo espiritual. Esos meses que antecedieron a su visita fueron como una gran misión nacional en que se acentuó la evangelización del pueblo cristiano y se hizo notorio el ánimo de conversión para acercarse a Dios. El gran número de Bautismos, Primeras Comuniones de adultos son una prueba de este aserto.
Imposible rememorar todos los instantes de su visita, pero, cómo no recordar aquella oración silenciosa del Papa ante el Santísimo Sacramento en la Iglesia Catedral de Santiago después de haber recibido los vítores alegres y cariñosos de este pueblo en su recorrido desde el aeropuerto hasta la Catedral. Se hizo un silencio impresionante, lleno de fervor, que contagió a todo el país que seguía a través de la televisión el desarrollo de la ceremonia. Fueron varios minutos en que Chile contuvo el aliento y su oración se unió esperanzada a la de Juan Pablo. Y ese encuentro con la juventud en el Estadio Nacional y su invitación apremiante: ¡”MIRENLO A EL”!
Y esa valentía y entereza en el Parque O”Higgins cuando un grupo de desalmados pretendió desbaratar la ceremonia de beatificación de Teresita de Los Andes y el Papa reafirmó con energía: ¡”EL AMOR ES MAS FUERTE”! Y cuando afirmó que: “LOS POBRES NO PUEDEN ESPERAR”.
El 5 de Abril de 1987 es fecha señera para Temuco. Ese día el Papa pasó un par de horas inolvidables entre nosotros. Una multitud que no se volverá a repetir lo aclamó en el camino desde el Aeropuerto de Maquehue hasta la Pampa Ganaderos, convertida en lugar de encuentro de los cristianos con el Vicario de Cristo. El pueblo mapuche se hizo presente en grandísimo número y contestó jubiloso con sus gritos y el estruendo de cultrunes y trutrucas al saludo del Papa: ¡”Mari, mari, peñi”!
De ese encuentro del Papa con Temuco quedan numerosas y hermosas fotos, las más originales son aquellas en que aparece Juan Pablo recibiendo el saludo de mujeres mapuches. Es curioso, pero las fotos más difundidas y que fueron escogidas para las portadas de los diversos álbumes publicadas de su visita, son fotos tomadas en Temuco: el Papa bajo una sombrilla que lo defiende del sol, el Papa luciendo una estola mapuche.
Valioso recuerdo es el sillón de la sede episcopal de nuestra Iglesia Catedral, el Papa lo estrenó en esa ocasión. Otro recuerdo material suyo es la Casa Juan Pablo II en que el Hogar de Cristo acoge a enfermos terminales y que fue construida en gran parte con las maderas que se ocuparon en el estrado de Pampa Ganaderos.
La visita del Papa despertó también un gran movimiento de caridad y solidaridad, por todo el país se multiplicaron y se siguen multiplicando las sedes del Hogar de Cristo que han surgido acá en forma espontánea.
Dios bendiga al Papa: “MENSAJERO DE LA VIDA”, “PEREGRINO DE LA PAZ”, que vino a robustecer nuestra fe y a ser una sonrisa paternal del buen Dios para este pueblo que se gloría de su adhesión al Vicario de Cristo.
Juan Pablo II en Chile: “¡¡Los pobres no pueden esperar”!!
El Obispo de la Diócesis San José de Temuco, monseñor Héctor Vargas Bastidas, al recordar la visita del Vicario de Cristo, manifiesta que “La fe cristiana no está constituida sólo por una creencia en enseñanzas de la Iglesia acerca de la realidad de Dios y de su relación con nosotros, celebrada en el culto. Se requiere a su vez, vivirla de tal modo que colabore en transformar la historia, la sociedad, la cultura, y las estructuras políticas y económicas, con el fin que se respete la vida y dignidad de todas las personas, y mediante el amor testimoniado por Jesucristo, alcancen la plenitud hacia la cual Dios les llama.
Treinta años atrás, S.S. Juan Pablo II en Chile, se hizo cargo plenamente de este aspecto de nuestra fe, cuando al tomar contacto con quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad, nos pidió insistentemente que enfrentemos y demos solución a los problemas más acuciantes que enfrenta la humanidad en su tránsito por este mundo. Entre otros: los pobres, los enfermos, los jóvenes, los privados de libertad, los pueblos originarios y las minorías étnicas. A todos ellos el Papa dirigió su palabra, y muy fuertemente a quienes son responsables de dar las soluciones y a quienes, de hecho, pueden darlas o colaborar a darlas.
En el encuentro con los pobres en Población La Bandera, el Papa afirmó: “no traigo oro ni plata (Act. 3, 6) pero vengo en nombre de Jesucristo a anunciaros el amor de predilección del Padre, que ha querido revelar la esperanza del reino a los pobres, a los sencillos de corazón, a los que abren sus puertas al Señor y no desdeñan su mano misericordiosa”…“Por tanto, os digo: Contad siempre con esta solicitud maternal de la Iglesia que se conmueve ante vuestras necesidades, por vuestra pobreza, por la falta de trabajo, por las insuficiencias en educación, salud, vivienda, por el desinterés de quienes, pudiendo ayudaros, no lo hacen; ella se solidariza con vosotros cuando os ve padecer hambre, frío, abandono”.
Acto seguido, el Papa salió al paso de quienes no comprenden, son indiferentes o, aun, se escandalizan con esta solicitud que la Iglesia muestra por los más débiles o cuando golpea la conciencia de los cristianos para que produzcan la solución de estos problemas: “¿Qué madre no se conmueve al ver sufrir a sus hijos, sobre todo cuando la causa es la injusticia? ¿Quién podría criticar esta actitud? ¿Quién podría interpretarla mal?”.
Por eso el Papa, de cara a las autoridades de la nación, de los responsables del orden público, económico y de los empresarios reunidos en la sede de las Naciones Unidas en Santiago (CEPAL) les recordó sus deberes al respecto: “El desafío de la miseria es de tal magnitud que para superarlo hay que recurrir a fondo al dinamismo y a la creatividad de la empresa privada, a toda su potencial eficacia, a su capacidad de asignación eficiente de los recursos y a la plenitud de sus energías renovadoras. La autoridad pública, por su parte, no puede abdicar de la dirección superior del proceso económico, de su capacidad para movilizar las fuerzas de la nación, para sanear ciertas deficiencias características de las economías en desarrollo y, en suma, de su responsabilidad final con vistas al bien común de la sociedad entera”. La situación de éstas está pidiendo medidas extraordinarias, socorros impostergables, subsidios imperiosos. ¡Los pobres no pueden esperar! Los que nada tienen no pueden aguardar un alivio que les llegue por una especie de rebalse de la prosperidad generalizada de la sociedad”.