Una sociedad encuentra la esperanza cuando invierte en el desarrollo y en la paz. El desarrollo no es el resultado de un conjunto de técnicas productivas, sino que abarca a todo el ser humano en sus justos anhelos y necesidades. El desarrollo es el nuevo nombre de la paz», afirmaba Pablo VI, puesto que no existe verdadera paz allí donde hay profundos sentimientos personales o colectivos de segregación, discriminación, exclusión, indiferencia, violencia e injusticia.
La generosa nobleza del gesto de la familia Luchinger Mc Kay y Autoridades Ancestrales, como la solidaridad transversal obtenida, nos señala que el diálogo social, sin duda, es una de las condiciones privilegiadas para avanzar decididamente en estos temas. Si bien es visto normalmente como una herramienta, es sin embargo, mucho más que eso; es un valor de la cultura democrática. Si bien existe un instrumental jurídico y dogmático valioso, el diálogo, depende primero del tipo y grado de cultura democrática que tengan sus protagonistas, y luego de un conjunto de factores que influyen en su desarrollo. Independientemente si este diálogo surge por convicción o pragmatismo, por conveniente rutina, o forzada convocatoria, es revelador de progreso y de buenos resultados para las sociedades que lo ensayan.
Según el Papa Francisco, “para que haya diálogo es necesaria una identidad que no se negocia. ¿Y cuál es la identidad en un país?. Si Estamos hablamos de un diálogo social, la identidad común es el amor a la Patria. La Patria primero, después mi negocio. Esa es la identidad. Yo desde esa identidad voy a dialogar. Si yo voy a dialogar sin esa identidad, el diálogo no sirve”. ¿Y cuál es la identidad de nuestra Región?.
El diálogo nos exige buscar la cultura del encuentro que sabe reconocer que la diversidad no solo es buena, sino necesaria, que nunca puede partir de la presunción que el otro está equivocado. El diálogo es para el bien común y el bien común se busca desde nuestras diferencias, dándole posibilidad siempre a nuevas alternativas, y que algo nuevo puede surgir entre todos.
El diálogo social, no es negociar con la finalidad de obtener solo un beneficio particular, sino, pensar en una mejor solución para todos. Muchas veces esta cultura del encuentro se ve envuelta en el conflicto porque pensamos diferente. Pero no debemos temer el conflicto, porque si no asumimos que lo tenemos, no podremos dialogar ni superarlo nunca. Hay que procurar resolverlo hasta donde se pueda, pero con miras a recomponer la unidad, que no es uniformidad, sino una comunión en la legítima diversidad. Se trata de construir una unidad que no rompe las diferencias, sino que las vive en comunión por medio de la solidaridad y la comprensión. Cómo Araucanía, ¿estaremos a la altura de la grandeza que exige un desafío así?. Hay un rol esencial que cabe solo a nosotros en la gradual solución de fondo, quizás hoy tenemos una oportunidad para la paz.