Este mandamiento revela que a los ojos de Dios la vida humana es valiosa, sacra e inviolable. Nadie puede despreciar la vida de otros o la propia; el hombre, de hecho, lleva en sí la imagen de Dios y es objeto de su amor infinito, cualquiera que sea la condición en la que ha sido llamado a la existencia.Jesús nos revela de este mandamiento un sentido aún más profundo. Él afirma que, frente al tribunal de Dios, también la ira contra un hermano es una forma de homicidio. Por eso, el Apóstol Juan escribe: «Todo el que aborrece a su hermano es un asesino» (1 Juan 3, 15). Y de manera coherente, Jesús invita además a interrumpir la oferta del sacrificio en el templo si se recuerda que un hermano se ha ofendido con nosotros, para ir a buscarlo y reconciliarse con él.
Pensemos en la gravedad de la ofensa, del desprecio, del odio: Jesús los pone al mismo nivel del asesinato. De hecho, afirma el Papa Francisco, para ofender la inocencia de un niño basta una frase inoportuna. Para herir a una mujer puede bastar un gesto de frialdad. Para partir el corazón de un joven es suficiente negarle la confianza. Para aniquilar a un hombre basta ignorarlo, calumniarlo o traicionarlo. No amar es el primer paso para matar; y no matar es el primer paso para amar.
En la Biblia, al inicio, se lee esa frase terrible salida de la boca del primer homicida, Caín, después de que el Señor le pregunta dónde está su hermano, Caín responde: «No lo sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?» (Génesis 4, 9). Así hablan los asesinos: «no me afecta», “tu dolor a causa mía, no me importa en absoluto”. Probemos a responder a esta pregunta: ¿Somos nosotros los custodios de nuestros hermanos? ¡Sí que lo somos los unos de los otros! Y este es el camino de la vida, es el camino del no matarás. La vida humana necesita amor. Y, ¿cuál es el amor auténtico? Es el que Cristo nos ha mostrado, es decir, la misericordia. El amor del que no podemos prescindir es el que perdona, que acoge a quien nos ha hecho mal. Ninguno puede sobrevivir sin misericordia, todos necesitamos el perdón. Por lo tanto, si matar significa destruir, suprimir, eliminar a alguien, entonces no matar querrá decir cuidar, valorar, incluir. Y también perdonar.
Hay bien por hacer, preparado para cada uno de nosotros, cada uno el suyo, que nos hace ser nosotros mismos hasta el fondo. «No matarás» es un llamamiento al amor y a la misericordia, es una llamada a vivir según el Señor Jesús, que dio la vida por nosotros y por nosotros resucitó. Siempre debemos hacer el bien. Ir más allá.
En estos tiempos, lamentablemente las formas de atentar contra la vida en Chile se han diversificado y crecido, aumentado en niveles de crueldad, horror y desprecio por la dignidad del ser humano, transformando incluso no pocos menores en homicidas. Este mandamiento del Señor, nos obliga a reflexionar y proponer urgentes caminos de salida.