Con el Miércoles de Ceniza, que celebraremos esta semana, iniciamos el ciclo litúrgico de la Cuaresma; tiempo que rememora los “40 días y 40 noches”, que como bien dice la Escritura permaneció Jesús en el desierto, y que tiene –al mismo tiempo- un rico trasfondo en la travesía de los israelitas por el desierto durante 40 años antes de entrar en la tierra prometida.
La Cuaresma es un tiempo de conversión y penitencia. En efecto, la liturgia de este día es una invitación a mirar la fragilidad de nuestra condición humana, que bajo el signo de la Imposición de Cenizas nos recuerda nuestro origen y nuestra meta; la cual solo en la presencia de Dios tiene un auténtico sentido. Acompañan a este signo las conocidas expresiones: “recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”, o “conviértete y cree en el Evangelio”; haciendo de la Ceniza impuesta en la frente de pequeños y grandes, que todos compartamos un signo bíblico con el cual se mostraba el arrepentimiento y la voluntad de cambio;y que ha ser la actitud de quien se siente amado y necesitado de Dios, porque siempre podemos crecer algo más en nuestra condición de hijos e hijas de Dios. Además, la Iglesia en el Miércoles de Cenizas – para aquellos que puedan- invita a hacer ayuno y abstinencia, al igual que el Viernes Santo.
La Cuaresma, por su parte, tiene tres signos distintivos o tres expresiones de desarrollo espiritual: La Oración, la Penitencia y la Caridad o Solidaridad. Cada una de las cuales, y las tres juntas, son un camino necesario que nos prepara para vivir intensamente la Pascua. Por eso el Miércoles de Ceniza, que en esta oportunidad ya viviremos en el mes de marzo, puede ser la ocasión para que desde su inicio podamos abrazar la invitación a vivir un serio itinerario de encuentro con Dios, como lo experimentó el mismo Jesús, quien resistió las tentaciones y el poder del mal en la soledad del desierto, por su cercanía e intimidad con el Padre; ya que “no solo de Pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. Y sin duda, que los desiertos en la vida son más reales de lo que nosotros podemos pensar; y ni siquiera hay que recrearlos, ya que son muchas las situaciones de aridez y de tentación que nos circundan permanentemente; por lo cual vivir intensamente la Cuaresma puederealmente ayudarnos a retomar nuestra propia búsqueda interior de la voluntad de Dios, que siempre será lo mejor para nuestra vida, a diferencia de los espejismos de éxito, ganancia y placer que a veces nos pueden hacer perder el rumbo.
Por eso, quisiera invitarles a vivir este Miércoles de Ceniza con sencillez y humildad de corazón, para que se acreciente en nosotros el deseo de Conversión, que nos pondrá en contacto con Dios y con nosotros mismos, como lo vivió Jesús en el desierto. Y de esta forma,en el inicio de marzo, mes siempre desafiante y fatigoso, también podremos contar con una motivación mayor para enfrentar nuestra vida, y hacer de ella un espacio habitado por Dios, como lo hizo el Señor Jesús en su propia Cuaresma.
Con el Miércoles de Ceniza, que celebraremos esta semana, iniciamos el ciclo litúrgico de la Cuaresma; tiempo que rememora los “40 días y 40 noches”, que como bien dice la Escritura permaneció Jesús en el desierto, y que tiene –al mismo tiempo- un rico trasfondo en la travesía de los israelitas por el desierto durante 40 años antes de entrar en la tierra prometida.
La Cuaresma es un tiempo de conversión y penitencia. En efecto, la liturgia de este día es una invitación a mirar la fragilidad de nuestra condición humana, que bajo el signo de la Imposición de Cenizas nos recuerda nuestro origen y nuestra meta; la cual solo en la presencia de Dios tiene un auténtico sentido. Acompañan a este signo las conocidas expresiones: “recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”, o “conviértete y cree en el Evangelio”; haciendo de la Ceniza impuesta en la frente de pequeños y grandes, que todos compartamos un signo bíblico con el cual se mostraba el arrepentimiento y la voluntad de cambio;y que ha ser la actitud de quien se siente amado y necesitado de Dios, porque siempre podemos crecer algo más en nuestra condición de hijos e hijas de Dios. Además, la Iglesia en el Miércoles de Cenizas – para aquellos que puedan- invita a hacer ayuno y abstinencia, al igual que el Viernes Santo.
La Cuaresma, por su parte, tiene tres signos distintivos o tres expresiones de desarrollo espiritual: La Oración, la Penitencia y la Caridad o Solidaridad. Cada una de las cuales, y las tres juntas, son un camino necesario que nos prepara para vivir intensamente la Pascua. Por eso el Miércoles de Ceniza, que en esta oportunidad ya viviremos en el mes de marzo, puede ser la ocasión para que desde su inicio podamos abrazar la invitación a vivir un serio itinerario de encuentro con Dios, como lo experimentó el mismo Jesús, quien resistió las tentaciones y el poder del mal en la soledad del desierto, por su cercanía e intimidad con el Padre; ya que “no solo de Pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. Y sin duda, que los desiertos en la vida son más reales de lo que nosotros podemos pensar; y ni siquiera hay que recrearlos, ya que son muchas las situaciones de aridez y de tentación que nos circundan permanentemente; por lo cual vivir intensamente la Cuaresma puederealmente ayudarnos a retomar nuestra propia búsqueda interior de la voluntad de Dios, que siempre será lo mejor para nuestra vida, a diferencia de los espejismos de éxito, ganancia y placer que a veces nos pueden hacer perder el rumbo.
Por eso, quisiera invitarles a vivir este Miércoles de Ceniza con sencillez y humildad de corazón, para que se acreciente en nosotros el deseo de Conversión, que nos pondrá en contacto con Dios y con nosotros mismos, como lo vivió Jesús en el desierto. Y de esta forma,en el inicio de marzo, mes siempre desafiante y fatigoso, también podremos contar con una motivación mayor para enfrentar nuestra vida, y hacer de ella un espacio habitado por Dios, como lo hizo el Señor Jesús en su propia Cuaresma.