Los problemas sociales adquieren, cada vez más, una dimensión planetaria. Ningún Estado puede por sí solo afrontarlos y resolverlos. Las actuales generaciones experimentan directamente la necesidad de la solidaridad y advierten concretamente la importancia de superar la cultura individualista. En efecto, el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.
Esta grave carencia antropológica que está en la raíz del sistema económico predominante, reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo. Por la masividad y profundidad del problema, urge enfrentarlo lo más decididamente posible.Son signos,entre otros, que muestran que el crecimiento de los últimos dos siglos no ha significado en todos sus aspectos un verdadero progreso integral y una mejora de la calidad de vida. Algunos de estos signos son al mismo tiempo síntomas de una verdadera degradación social, de una silenciosa ruptura de los lazos de integración y de comunión social.
Es por que Francisco afirma que ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. (EG 162).
Estamos llamados a superar la indiferencia sobre los sistemas económicos, la defensa de la vida, el respeto del medio ambiente, la ecología integral, la tragedia de los inmigrantes, la corrupción en la política, la familia, el escándalo de la pobreza y la brecha social creciente. Temas que son raíces éticas y espirituales, para establecer un diálogo sólido sobre las contradicciones que surgen de las acciones humanas. Asuntos que exigen posiciones, acciones e impactos en la conciencia de la entera sociedad.
Al existir una suerte de marginación de lo anterior, no resulta paradójico que el mundo contemporáneo, haya alcanzado metas importantes en el conocimiento de las fuerzas de la naturaleza, de la ciencia y de la técnica pero, al mismo tiempo, carezca de una programación para una convivencia pública adecuada, que haga posible una existencia aceptable y digna para cada uno y para todos y todas.