El Obispo de Temuco, saluda a todas las madres en su día y lo manifiesta en su columna publicada en el Diario Austral del domingo 10 de mayo.
El ”Día de la Madre” es quizás una de la fiestas más grandes en el mundo. Casi no hay familia que este día no se convoque en torno a ellas, y donde se les expresan los sentimientos más profundos y hermosos. Cuántas palabras de amor, ternura, cartas, poemas, canciones, lágrimas de cariño y sobre todo tanta gratitud. Un día en que ellas gozan de manera muy especial el don de su maternidad, y sus frutos en los hijos y nietos que les llenan la vida entera, e interiormente sienten que si valió la pena, al punto de no imaginar su existencia sin ellos. Si ya partieron, entonces miles peregrinan a los cementerios para continuar manifestándoles su amor por medio de flores y la oración.
Hoy es el día de hacer un enorme reconocimiento a las miles de jefas de hogar, cuya maternidad la viven en situaciones muchas veces complejas cuando no en situaciones de mucha vulnerabilidad. No obstante optaron por la vida y se abrieron a la maternidad, y de modo heroico viven y se desviven por sus hijos, que de hecho son la razón de sus vidas. Los testimonios de muchos de ellos acerca de sus queridas “viejitas” cuando ya son adultos, son conmovedores del modo en que ellas ofreciendo la vida por ellos, les enseñaron qué significa amar de verdad.
La maternidad llegó a su máxima expresión, «Cuando, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer» (Ga 4,4). No apareció en el mundo como adulto, sino fue «concebido» en el vientre (Lc 2,21): allí hizo suya nuestra humanidad, día tras día, mes tras mes. En el vientre de una mujer, Dios y la humanidad se unieron para no separarse nunca más. Invaluable don y milagro de la maternidad. María es mujer y madre, esto es lo esencial. De ella, surgió la salvación y, por lo tanto, no hay salvación sin la mujer. Si queremos tejer con humanidad las tramas de nuestro tiempo, debemos partir de nuevo de la mujer.
El renacer de la humanidad comenzó con la mujer, fuente de vida, por ello toda violencia infligida a cada mujer y cada madre es una profanación de Dios, nacido de una mujer. De cómo las tratemos comprendemos nuestro nivel de humanidad. Hoy, la maternidad también es humillada y en ocasiones despreciada, porque el único crecimiento que interesa es el económico y derivados. Sólo si la vida es importante para nosotros, sabremos cómo cuidarla y superar la indiferencia que nos envuelve.
De su madre Jesús recibió las primeras caricias, inaugurando la revolución de la ternura, que la Iglesia está llamada a continuarla. De hecho, al igual que María, la Iglesia de los bautizados, también es madre y en la Virgen se siente llamada a acoger a cada ser humano como a un hijo.