En su columna dominical, publicada en el Diario Austral de la ciudad de Temuco, el Obispo de Temuco, se refiere a la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Jesús, ante una multitud hambrienta de cinco mil, después de recitar la bendición confiando en el Padre, comenzó a partir y compartir apenas cinco panes, que no se acabaron logrando alimentar a todos. No es magia, es confianza en Dios y en su providencia. En el mundo siempre se busca aumentar las ganancias, pero, ¿cuál es el propósito, compartir o acumular? La “economía” del Evangelio multiplica compartiendo, dando vida al mundo (cf. Jn 6,33).
Jesús ordena «¡Dadles vosotros de comer!» (Lc 9,13). El razonamiento de Jesús consiste en que lo que tenemos, por poco que sea, da fruto si lo damos, porque si hay amor, el Señor hace cosas grandes con nuestra pequeñez. Si ponemos a disposición nuestros cinco panes y dos peces, que no alcanzan, el Señor los hará crecer. La Eucaristía nos los enseña: allí está Dios encerrado en un pedacito de pan. Sencillo y esencial, Pan partido, donado y compartido, la Eucaristía que recibimos nos transmite la mentalidad de Dios y nos lleva a entregarnos a los demás. Es antídoto contra el “no tengo tiempo, no puedo, no es asunto mío”.
El Papa Francisco proclama que ante una sociedad hambrienta de amor y atención, que sufre la degradación y el abandono en tantas personas ancianas y solas, familias en dificultad, en jóvenes que luchan para ganarse el pan y alimentar sus sueños, el Señor te dice: “Tú mismo, dales de comer”. Lo poco que tienes es mucho a los ojos de Jesús si no te lo guardas para ti mismo, si lo arriesgas. Y no estás solo: tienes la Eucaristía, el Pan del camino, alimento de los débiles, el Pan de Jesús, de su Cuerpo entregado. Si lo recibimos con el corazón, este Pan desatará en nosotros la fuerza del amor: nos sentiremos bendecidos y amados, y querremos bendecir y amar.