Desde los albores de nuestra historia patria, un gran porcentaje de nuestro pueblo, ha manifestado invariablemente un cariño y devoción muy grande a la Virgen María, a quién Dios la escogió como Madre de su Hijo, que nos trae el amor y la paz. A esta Madre, bajo la advocación del Carmen, somos muchos quienes la veneramos e invocamos en Chile, sobre todo cuando ocasiones de mucho dolor, angustia y sufrimiento, como en esta Pandemia, azotan nuestra vida como nación. Lo hacemos desde la experiencia histórica que como pueblo tenemos de su intercesión y protección, acogiéndonos por tanto bajo su amparo maternal.
A esta Madre de Chile, en efecto, honraron los Padres de la Patria y los más valientes de nuestra historia; desde los comienzos como Nación nos dio bendición. Ya en 1817 los generales José de San Martín, Bernardo O´Higgins, todos los oficiales y las tropas del Ejército Libertador se acogen a la Virgen del Carmen como Patrona, jurándole fidelidad, mientras estaban en Mendoza. Los patriotas, llenos de coraje, invocan a su Patrona en la travesía de Los Andes y en la Batalla de Chacabuco, logrando la victoria gracias a su intercesión el 12 de febrero de 1817. Por ello el pueblo entero junto a las autoridades civiles, religiosas y militares, se reunieron el 14 de marzo de 1818 en la Catedral de Santiago e hicieron un juramento que tuvo su fruto en la Batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818. El propio General Bernardo O´Higgins puso la primera piedra del que sería el Templo Votivo de Maipú, actualmente Santuario
Además, después de la Guerra del Pacífico, en donde Arturo Prat y sus hombres ofrendaron sus vidas con el escapulario del Carmen, el 14 de marzo de 1881, el General Manuel Baquedano concurrió ante la imagen de la Virgen y colocó su espada victoriosa en sus manos, ante las aclamaciones de una gran multitud diciendo “A Ella le debemos todos nuestros triunfos”. El País en su momento la declaró Generala Juramentada de la FFAA, y solicitó oficialmente a la Santa Sede la proclamación de la Virgen del Carmen como Patrona y Reina de Chile.
En esta fiesta le confiamos lo que somos y tenemos como personas, familia y sociedad, le suplicamos que nos salve de la discordia, injusticia, odio y violencia; que nos enseñe a conquistar entre todos el verdadero progreso, que es construir una gran nación de hermanos donde cada uno tenga pan, respeto y alegría. Esta Madre, Estrella de Chile, en la bandera preside nuestros días, y en las noches tormentosas sabiamente nos alumbra el camino.