El Obispo de Temuco, Monseñor Héctor Vargas Bastidas, en su columna dominical publicada el 2 de agosto, en el Diario Austral, profundiza el poder de cualquier ideología y en cómo los argumentos utilizados en las alabanzas del resentimiento utilizan prejuicios y estereotipos, que por su simplicidad y repetición, calan en la población con facilidad.
No hay mayor signo de involución de la humanidad, que observar a los grupos que hacen apología del discurso del odio, construyendo un mundo más violento. Sujetos de todo tipo, clase, condición política, social y económica, incluidas personas en distintos ámbitos de liderazgo y poder, que se dedican a criticar al mundo desde sus ventanas virtuales y a agredir a otros. De este modo avanzan en su afán de concentración del poder, incitando a la polarización y a la intolerancia. Las víctimas de esta práctica son quienes estorban a sus fines, sin distinción alguna. La alabanza, defensa o justificación vehemente del discurso del odio se convierte en una ideología de la era del desencanto, que impiden llegar al conocimiento de la verdad, ampliando la brecha entre ricos y pobres y la extensión de la marginalidad social.
Ideología que concede primacía al valor práctico de las cosas sobre cualquier otro valor, sobre todo si es humanista, bajo el lema de “acabar con la corrupción”. El discurso del odio, que sostiene su ideología dice ampararse en la libertad de expresión, olvidando esa libertad que no es absoluta y está limitada cuando colisiona con otros derechos como la igualdad, el derecho al honor o la dignidad de la persona. En su guerra contra sus oponentes, los desplazan con discursos diarios de agresión para señalar, descalificar, alienar, difamar o manipular verdades. Así inauguran nuevas formas de hacer política, invitando a desafiar el orden establecido y a las instituciones constituidas. Ello explicaría las dificultades del poder de cualquier Estado en frenar este complejo discurso, que permea toda la sociedad pudiendo tornarla cada vez más violenta, y obstaculizando su pacificación.
Los argumentos utilizados en las alabanzas del resentimiento utilizan prejuicios y estereotipos, que por su simplicidad y repetición, calan en la población con facilidad, sobre todo en contextos de crisis económica y social. Es imperativo analizar este tipo de discurso del encono, intolerancia y exclusión, desde la perspectiva de los derechos humanos, y dotar a la sociedad de argumentos para contrarrestarlo a tiempo. No olvidar que la historia enseña que un poder autoritario como éste, incluye siempre un vector narcisista que legitima de algún modo la destrucción del otro. Sin embargo, la violencia no tendrá la última palabra, porque todas las revoluciones y todos los esfuerzos de liberación llevados a cabo por el hombre al margen de Dios, y por ello despreciando la vida y dignidad del ser humano, si bien a veces han producido algún fruto positivo, han acabado fracasando y no han producido la verdadera liberación de la persona humana, porque les ha faltado la dimensión ética y su relación con Dios, único liberador del mal de este mundo, y que le otorga a la naturaleza humana su auténtico valor y significado.