Noviembre, Mes de María, es así que monseñor Héctor Vargas Bastidas, ahonda en su publicación dominical en el Diario Austral del domingo 15 de noviembre, sobre esta devoción mariana.
Esta semana se ha dado inicio al tradicional “Mes de María”, que más allá de las parroquias, convoca a innumerables fieles que de manera libre y espontánea, se reúnen en sus casas, lugares de trabajo, en barrios, el campo, y grutitas, etc, con cariño y devoción para invocar y venerar a la Madre de Dios. A no pocos les genera sentimientos y recuerdos hermosos. Es un ejemplo más, de la llamada religiosidad popular.
Muchos autores continúan centrados en la dicotomía entre lo moderno y lo pre-moderno para referirse a las creencias, prácticas y materialidades de la religiosidad popular. En este sentido, cabe preguntarse, «¿hasta qué punto, y a pesar de la cultura hegemonizante que globaliza y enfatiza el consumo y el pragmatismo, la gente mantiene sus valores y sus identidades?, ¿cómo se conjuga esto con la vitalidad religiosa del pueblo latinoamericano?». Estas preguntas nos conducen a reflexionar sobre la realidad y permanencia de la religiosidad popular en Latinoamérica, sobre su posible debilitamiento e, incluso, desaparición, debido a la secularización propia de la modernidad, que la desconecta de los elementos que la sostienen.
Desde una perspectiva teológica Antonio Bentué, sin embargo, plantea que la secularización no extermina las creencias y prácticas de la religiosidad popular, ya que estas no están fundamentadas primeramente en el resultado que se espera de ellas, sino en el sentido que otorgan a la existencia. De alguna manera, una machi aconsejará en lo que corresponde acudir a la medicina occidental, que resuelve el síntoma, pero no el trasfondo de la enfermedad, el cual es espiritual y está ligado a una lectura religiosa de la realidad, la que seguirá operando mientras se la viva como el sentir y entender la realidad como misteriosa, tremenda y asombrosa. Por eso, quien se encuentra inserto en esta dimensión asume la absoluta sujeción a las fuerzas del universo, contra las cuales la tecnología avanzada no puede, en última instancia, hacer nada.
Esa pequeña o gran certeza de una relación distinta o reverente ante un universo que jamás controlaremos, se presenta como el resguardo que la religiosidad popular posee ante el consumismo y la completa secularización, que la sociedad capitalista neoliberal y tecnologizada intenta imponer. Así se entiende que el culto híbrido a la Virgen de Guadalupe en México, presentado por el sociólogo Parker como un caso de estudio que revela esta protección «espiritual», haya sido lo que sobrevivió y se conservó no solo durante la revolución, sino que sigue siendo un factor aglutinante en la vorágine de las migraciones y seducciones que la globalización impone sobre las sociedades latinoamericanas. Esta «defensa» contra la globalización apoyada en imágenes, creencias y prácticas que los inmigrantes llevan consigo, no solo se sostiene en lo anterior sino también en el cuerpo presente de los que danzando, bebiendo y comiendo, gozan en un cara a cara la vida que comparten, a través de la pertenencia a una tierra y a un santo patrono que la resguarda. Así, lo estético se manifiesta aquí como el modo fundamental en que las sociedades latinoamericanas conviven reivindicando la conexión consigo mismas, los otros y lo Trascendente que las constituyen.