«Los interrogantes radicales que acompañan desde el inicio el camino de los seres humanos, adquieren, en nuestro tiempo, importancia aún mayor por la amplitud de los desafíos, la novedad de los escenarios y las opciones decisivas que las generaciones actuales están llamadas a realizar», ahonda en su columna dominical publicada en el Diario Austral del 6 de diciembre, el obispo de la Diócesis San José de Temuco, Monseñor Héctor Vargas Bastidas.
El primero de los grandes desafíos, que la humanidad enfrenta hoy, es el de la verdad misma del ser “persona humana”. El límite y la relación entre naturaleza, técnica y moral son cuestiones que interpelan fuertemente la responsabilidad personal y colectiva en relación a los comportamientos que se deben adoptar respecto a lo que el ser humano es, a lo que puede hacer y a lo que debe ser. Un segundo desafío es el que presenta la comprensión y la gestión del pluralismo y de las diferencias en todos los ámbitos: de pensamiento, de opción moral, de cultura, de adhesión religiosa, de filosofía del desarrollo humano y social. El tercer desafío es la globalización, que tiene un significado más amplio y más profundo que el simplemente económico, porque en la historia se ha abierto una nueva época, que atañe al destino de la humanidad.
Muchos hombres y mujeres se saben interrogados por estas cuestiones, las llevan también dentro de su corazón y quieren comprometerse, junto con toda la humanidad, en la búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia personal y social. Los cristianos, a su vez, desean contribuir a esta búsqueda dando testimonio generoso del gran don que la humanidad ha recibido: que Dios le ha dirigido su Palabra a lo largo de la historia, más aún, Él mismo por su encarnación que celebramos en la próxima navidad, -ha entrado en ella para dialogar con la humanidad y para revelarle su plan de salvación, de justicia y de fraternidad. En su Hijo, Jesucristo, hecho hombre, Dios nos ha liberado del pecado y nos ha indicado el camino que debemos recorrer y la plenitud hacia la cual dirigirse.
Es por ello que la Iglesia, busca también proponer a todas las personas un humanismo a la altura del designio de amor de Dios sobre la historia, un humanismo integral y solidario, que pueda animar un nuevo orden social, económico y político, fundado sobre la dignidad y la libertad de toda persona humana, que se actúa en la paz, la justicia y la solidaridad. Este humanismo podrá ser realizado si cada hombre y mujer y sus comunidades saben cultivar en sí mismos las virtudes morales y sociales y difundirlas en la sociedad, de forma que se conviertan verdaderamente en personas nuevas y en creadores de una nueva humanidad con el auxilio necesario de la divina gracia.