La Fiesta de este Domingo nos dice que ¡SÍ! Pentecostés
¡La Paz esté con Ustedes! (Juan 20,19.21) Que esto, te lo diga quien te ama, y ha dado la vida por ti; genera una alegría y gozo que inunda tu vida y puede hacer que empieces de nuevo todo lo que te haga crecer y le de plenitud a tu vida junto a los demás; y seas capaz de dejar atrás todo lo que te perturbe. Esto resuena como una invitación a la confianza… en Dios.
Hoy, en nuestra sociedad, hay muchas realidades que nos pueden hacer experimentar temor, inquietud o angustia, así como los Apóstoles encerrados por temor a los otros, como nos los dice el evangelista Juan. Es así, como Pentecostés nos recuerda que Jesús cumple sus promesas (Cfr. Lucas 24,49), nos envía el Espíritu Santo que permanecerá siempre en el corazón mismo de la Iglesia. La Palabra de Dios no invita a mirar a Génesis 11 que nos narra la confusión de lenguas en Babel.
Pentecostés nos permite descubrir la fuerza interior y transformadora del Espíritu con una capacidad de comunicación que inaugura la eliminación de la antigua división entre los hombres a causa de la confusión de lenguas en Babel. El Espíritu reconstruye la unidad de la humanidad entera y que es misión de la Iglesia, Cuerpo de Cristo.
El Evangelio de hoy también nos invita a recibir el perdón que nos comunica Jesús resucitado y que lo encomienda a su Iglesia, nos recuerda que el pecado condenado en el relato de la torre de babel es la preocupación egoísta de los hombres que se cierran y no aceptan la existencia de otros grupos y otras sociedades, sino que desean permanecer unidos alrededor de una gran ciudad cuya torre toque el cielo.
En Pentecostés, el Espíritu ha venido a perdonar y a renovar a los hombres para que no se repita más las tragedias causadas por el racismo, la cerrazón étnica, las ideologías que niegan la trascendencia del hombre, la violencia que nunca tiene justificación, los integrismos religiosos, etc. El Espíritu de Pentecostés inaugura una nueva experiencia religiosa en la historia de la humanidad: la misión universal de la Iglesia. La Palabra de Dios será pronunciada una y otra vez a lo largo de la historia en diversas lenguas y será encarnada en todas las culturas. El don del Espíritu que recibe la Iglesia, al inicio de su misión, la capacita para hablar de forma inteligible a todos los pueblos de la tierra.
¡Feliz Pentecostés para todos!
COLUMNA DE OPINIÓN DE MONSEÑOR HÉCTOR VARGAS BASTIDAS – PUBLICADA EL DOMINGO 23 DE MAYO EN EL DIARIO AUSTRAL DE LA CIUDAD DE TEMUCO