El Pbro. Patricio Muñoz Cuevas, miembro del Colegio de Consultores de la Diócesis San José de Temuco, se refiere en la columna del domingo 27 de marzo, en el Diario Austral, sobre el vínculo de las personas con su entorno.
“El “Küme mongen” es un modo de vida y de establecimiento de relaciones de la cultura mapuche, que está basado en la armonía de todos los elementos que constituyen un sistema. Cada persona debe buscar un equilibrio y vivir en armonía consigo, con los demás, con Dios, con las fuerzas espirituales y con toda la naturaleza”. Con esta definición del Buen Vivir, se da comienzo a la Carta Pastoral sobre la Iglesia y Pueblos Originarios, Construyamos el Buen Vivir en La Araucanía, la que escribió nuestro Obispo Diocesano Monseñor Héctor Eduardo Vargas Bastidas, dando a conocer de cómo nuestros hermanos mapuches miran la vida y todo lo que les rodea.
Frente al equilibrio de vivir en armonía con los demás,hoy nos interpelael considerado aumento de la delincuencia reflejado en asaltos, homicidios, encerronas, valorando poco la vida humana y su relación con el entorno, sumado al aumento de la violencia en los colegios, la poca tolerancia en las relaciones interpersonales, donde la solución a las diferencias de pensamiento, se hace por medio de la prepotencia.
Una de las tentaciones habituales de los seres humanos, en relación con los demás, es la de establecer divisiones y con frecuencia, barreras entre nosotros y los otros. Cada grupo humano de cualquier tipo, tiene un núcleo de identidad que permite a sus miembros reconocerse como un nosotros. La trampa del espíritu sectario, es la de hacer del nosotros un grupo cerrado y excluyente de los otros.
Es así que, la carta señala e invita: “Un diálogo en el que, a partir de un esfuerzo por entender la posición del otro, permita encontrar soluciones que promuevan el bien común y no el interés individual o de grupos de presión. La falta de diálogo arriesga más exclusión, más pobreza y violencia”
De esta manera, para que el diálogo pueda darse, es importante el sentirse escuchado, es la calidad de cualquier relación entre los seres humanos. En la escucha nos abrimos a la otra persona, la acogemos en lo que es y en la situación que vive, nos dejamos interpelar por su realidad, y en el diálogo, nos sentimos llamados a dar una respuesta que compromete nuestra vida ante el otro.
Si se consideraran los principios del Buen Vivir en la toma de decisiones de la cotidianeidad de la vida, las acciones llevadas por la persona estarían marcadas por un trato más humano, espiritual, justo y racional a todo lo que interactúa en su entorno asegurándonos una vida digna.