Escribe: Pbro. Juan Andrés Basly Erices, Administrador Diocesano
Hoy vivimos el último domingo de octubre. Durante este mes sin duda que hemos compartido y experimentado muchas cosas. En nuestras parroquias y otras instancias se concluye hoy el Mes de los Adultos Mayores. Les invito a manifestarles una profunda gratitud, por su testimonio, su historia vivida y compartida en nuestras familias, y les deseo que el Señor las siga bendiciendo, especialmente con salud y fortaleza.
Estamos ad portas de iniciar un nuevo mes. Y lo iniciaremos este martes 01 celebrando unidos a la Iglesia universal la Solemnidad de Todos los Santos. Seguro que muchos se preguntarán: ¿Qué celebra la Iglesia Católica en ese día? ¿Quiénes son Todos los Santos? Para esbozar una respuesta, los invito ante todo a contemplar el misterio de Dios. ¡Él es todo Santo! Él en su bondad infinita participa a los suyos de su santidad. Al celebrar en este día a Todos los Santos tenemos presente a las hermanas y hermanos que han buscado identificarse con Cristo, procurando realizar la voluntad de Dios en su vida. Ellos son nuestros amigos, los santos. En la presencia de Dios interceden por nosotros. Han experimentado las realidades y vicisitudes de la vida. Sin embargo, procuraron vivir la vocación de cada bautizado, a la santidad.
Seguidamente el día miércoles 2 conmemoramos a todos los Fieles Difuntos. Este día nos recuerda nuestra condición de peregrinos. ¡Somos ciudadanos del cielo! La Pascua de Cristo, colma nuestra esperanza. Él ha resucitado victorioso de la muerte y, por ello, ésta es un paso a la existencia gloriosa con Él.
El Evangelio que se proclama en las santas Misas de hoy es Lucas 19, 1-10, Jesús y Zaqueo. El relato da cuenta que Zaqueo “jefe de recaudadores de impuestos y muy rico” (v. 2), trató de ver a Jesús; siendo bajo de estatura subió a un árbol para verlo pasar. El Señor, que lo vio al alzar la vista, le habla: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa” (v. 5).
En el texto del Evangelio nos damos cuenta y nos engañamos al pensar que el tener riquezas es el mayor apoyo para el ser de la persona.
El relato del encuentro de Jesús con Zaqueo contiene una enseñanza para los hombres y mujeres de cualquier creencia y religión. De hecho, nos dice que un servicio público no debe convertirse en un medio para conseguir de forma ilícita el beneficio privado.
Para todos los cristianos este mensaje nos recuerda el significado de la profesión. Quien se dedica a servir a los demás no debe servirse de ellos para satisfacer sus propios intereses. Servir con honradez es una forma elemental de practicar la caridad.
Pero además de una lección moral este relato evangélico es un mensaje sobre tu identidad y tu misión. Tú has venido a este mundo para ir al encuentro de los pecadores. Antes de que ellos te busquen, tú has decidido salir a buscarlos. Y ese encuentro comporta una conversión.
Que fuertes y hermosas son las palabras de Zaqueo: “Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la daré a los pobres”. Zaqueo recibe a Jesús en su casa y confiesa que su visita le ha cambiado su estilo de vida. Quien se ha dedicado a acaparar bienes, se muestra decidido a compartirlos con los pobres. ¡Que lección nos da Zaqueo! ¿Seremos capaces de hacer lo mismo hoy?
Zaqueo ha comprendido quién eres tú y qué es lo que has venido a hacer y a enseñarnos. Tú Señor te has despojado de tu grandeza para compartir nuestra pequeñez. Encontrarte a ti es y ha de ser siempre nuestra mayor riqueza.
Además, tú te has identificado con los más pobres y necesitados. La generosidad de Zaqueo no es solamente la expresión de su conversión. Es también un gesto profético que anticipa lo que tú nos has de preguntar en el juicio definitivo.
Al mismo tiempo, este relato de la actuación de Zaqueo ayuda a responder a la pregunta que no pocos llevan en su interior: ¿Todavía puedo cambiar? ¿No es ya demasiado tarde para rehacer una vida que, en buena parte, la he echado a perder? ¿Qué pasos puedo dar?
Zaqueo viene descrito con dos rasgos que definen con precisión su vida. Es «jefe de publicanos» y es «rico». En Jericó todos saben que es un pecador. Un hombre que no sirve a Dios sino al dinero. Su vida, como tantas otras, es poco humana.
Sin embargo, Zaqueo «busca ver a Jesús». No es mera curiosidad. Quiere saber quién es, qué se encierra en este Profeta que tanto atrae a la gente. No es tarea fácil para un hombre instalado en su mundo. Pero éste deseo de Jesús va a cambiar su vida.
El hombre tendrá que superar diferentes obstáculos. Es «bajo de estatura», sobre todo porque su vida no está motivada por ideales muy nobles. La gente es otro impedimento: tendrá que superar prejuicios sociales que le hacen difícil el encuentro personal y responsable con Jesús.
Pero Zaqueo prosigue su búsqueda con sencillez y sinceridad. Corre para adelantarse a la muchedumbre, y se sube a un árbol como un niño. No piensa en su dignidad de hombre importante. Sólo quiere encontrar el momento y el lugar adecuado para entrar en contacto con Jesús. Lo quiere ver.
El Evangelista Lucas no describe el encuentro. Sólo habla de la transformación de Zaqueo. Su encuentro con Jesús cambia su manera de mirar la vida: ya no piensa sólo en su dinero sino en el sufrimiento de los demás. Cambia su estilo de vida: hará justicia a los que ha explotado y compartirá sus bienes con los pobres.
Tarde o temprano, todos corremos el riesgo de «instalarnos» en la vida renunciando a cualquier aspiración de vivir con más calidad humana. Los creyentes hemos de saber que un encuentro más auténtico con Jesús puede hacer nuestra vida más humana y, sobre todo, más solidaria. Y, si Jesús se dejó alcanzar, y visitó a Zaqueo en su propia casa. Díselo hoy a tus amigos, que tienen dudas, que busquen al Señor, y Él se deja encontrar.
Domingo 30 de octubre 2022