Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, Obispo Diócesis San José de Temuco
En el evangelio de este domingo Jesús hace un fuerte llamado a sus discípulos a involucrarse más con Él para ser parte de su misión y de su destino. Y quién hace esta gran obra de joyería es el Espíritu Santo; es obra de Dios hecha en profundidad que, cuando encuentra un corazón bien dispuesto, el resultado es una vida que sirve y salva.
A Pedro, a quien Jesús le dice que es la «piedra» sobre la cual va a edificar su Iglesia, luego que éste diera la respuesta perfecta acerca de su identidad: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios» (Mt 16, 16), expresión pronunciada por la misma acción de Dios, ahora, un poco más adelante, Jesús le dice «apártate, detrás de mí, satanás» porque eres “escándalo” (skándalon) es decir, “piedra” de tropiezo. Porque Pedro piensa humanamente y no acepta que la voluntad de Dios es que el camino de Jesús es el camino de la renuncia, hasta llegar a la muerte para llegar a la Resurrección. «Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la conservará» (Mt, 16, 24 y 25). Jesús trae un mensaje potente de vida y de salvación liberación definitiva y nos indica también el camino de realización de este mensaje. Ese camino es Él mismo y lo que han Él ha recorrido, desde su nacimiento, de María, haciéndose hombre, pequeño y frágil, como uno más de esta tierra, pasando por el sufrimiento, la pasión y la muerte en cruz, para finalmente resucitar y volver al Padre y habitar en la gloria que tenía antes de venir a este mundo.
Esta parte que le fue difícil comprender a Pedro, también se hace difícil comprender a las personas de todos los tiempos, pero sí Dios mismo se lo ha revelado a los santos, que son tantos y tan próximos a nosotros, porque han sido tan parecidos a nosotros, con nuestros pecados, con nuestras dificultades para entender o comprender, pero parecidos también en el deseo de ser cristianos como el Señor quiere que lo seamos en el propio tiempo. Eso que es difícil, incomprensible, cuesta arriba, para el discípulo se hace posible, comprensible y hasta llano, con la ayuda de Dios, para quien todo es posible. Involucrarse con Jesús, con su mensaje para participar de su destino, parte con acogerlo. Ya, desde más antiguo, el profeta Jeremías así lo reconoce, cuando dice: «me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir…» (Jer 20, 7). Porque Dios quiere estar siempre con nosotros, pero nosotros, queremos estar Él? El testimonio cristiano dependerá siempre de la vitalidad con que Cristo viva en cada uno de los discípulos. De ello dependerá si somos la sal o la luz que Él mismo nos señala en el Evangelio; de eso dependerá si simplemente nos acomodarnos o nos conformarnos a la mentalidad de este mundo, a sus pseudo valores, a sus criterios, a su violencia, o, con su ayuda, logramos transformar nuestra mente y nuestro corazón, y así «descubrir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que agrada, lo perfecto» (Rom, 12, 1 – 2).
En septiembre, mes tan significativo para todos quienes habitamos esta hermosa tierra, podemos preguntarnos acerca de nuestro testimonio como cristianos. Chile necesita del testimonio de los cristianos, que parte, sine qua non, del estar más involucrados con Él; de un corazón y de una mente en que el mensaje de Jesucristo, el Señor, no sólo es conocido como una información más, sino que está transformando, dando vida y proyectándose en cada persona, para una sociedad y mundo más humano.