Mons. Jorge Concha Cayuqueo, Obispo Diócesis San José de Temuco
Este 19 de noviembre, los cristianos católicos, celebramos el 33 domingo del tiempo ordinario. El próximo domingo 26 corresponde la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, y finaliza de este modo el año litúrgico.
Hoy los cristianos nos reunimos en torno a la Mesa del Señor para celebrar la eucaristía, sacramento de la Caridad. Por iniciativa del papa Francisco, celebramos hoy la séptima Jornada Mundial de los Pobres. Por eso le pedimos al Señor que, como fruto de nuestra participación en la eucaristía, recibamos de Él, una vez más, el don y el compromiso de vivir la pobreza y de servir a los pobres, de «no apartar nuestro rostro del pobre» (cf. Tb 4,7), según el lema propuesto por el santo padre, tomado del libro de Tobías.
Esto se debe traducir en un compromiso concreto de vida, en gestos concretos de buenas obras y de justicia, en escucha, diálogo y comprensión, que nos lleve no solo a dar, sino a darnos, desde la conciencia de que Dios nos ha socorrido a nosotros primero en nuestra pobreza.
Cada pobre es nuestro prójimo, es hijo de Dios. Pongamos a trabajar los talentos recibidos de Dios, pongamos todos nuestros dones al servicio del Reino. (Mt 25, 14 -30) Esta es la vocación a la que el Señor nos ha llamado. Es tomarte en serio tu vida y la misión que el Señor te ha encomendado.
Esperar el Reino de Dios es trabajar y arriesgar por él. La des-preocupación del holgazán, que nos relata el Evangelio de hoy. (Mt25, 14-30) es muy seria: en el fondo, el siervo desconoce a Dios; quiere vivir una seguridad falsa. Jesús nos dice: ¡Ánimo! ¡Sé valiente! ¡No tengas miedo en entregar tus talentos! Recibirás el ciento por uno. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.
Por eso el Papa Francisco nos exhorta a “salir” de la comodidad e ir hacia quienes más lo necesitan. “La Jornada Mundial de los Pobres 2023” se enmarca hoy en un escenario mundial de guerras verdaderamente inquietante. Desde mi mirada de Pastor, la relación entre la guerra y los pobres parece inmediata. Violar el cuerpo y ensangrentar el rostro de los seres humanos, especialmente de los frágiles e indefensos, es un pecado social, muy grandes. La guerra es un crimen contra la humanidad y personalmente sueño con el día en que sea abolida mediante una declaración pública, como ocurrió con la esclavitud y la colonización.
Que esta Jornada Mundial nos recuerde la presencia real de Cristo en los pobres, víctimas de tantos tipos de guerras. Los pobres y la paz son dos piedras angulares de las bienaventuranzas evangélicas que esta jornada viene a re-cordarnos. Los pobres y las periferias humanas nos recuerdan también que hacernos samaritanos es la esencia del Evangelio.