Escribe: Mons.Jorge Conchga Cayuqueo,obispo Diócesis San José de Temuco
Estamos viviendo el último domingo de Abril y la liturgia de este Domingo nos regala para meditar texto del Evangelio de San Juan 15,1.8, que nos habla que Jesucristo es la Vid Verdadera. Sin embargo, no puedo dejar pasar lo ocurrido el día ayer en la ciudad de Cañete, me refiero al brutal asesinato de 3 carabineros. El viernes 26 recién pasado en la Catedral de Temuco les celebraba la misa por su nuevo aniversario, rezamos por ellos y dábamos gracias por esta noble institución. Y ayer en el día de su aniversario sucedió este abominable crimen.
Esto confirma que Chile está enfermo de odio, esto es una tremenda falta de respeto a la dignidad humana y las instituciones. Por eso las palabra de Jesús del Evangelio de este domingo que se proclamara en todo el mundo, es muy claro y nos desafía: “Quien permanece unido a mí da mucho fruto”, el fruto resultante de la unión a Jesús es la realización del mandamiento del amor, por el cual serían reconocidos sus seguidores, como Él mismo lo había dicho antes en el mismo Evangelio (Jn 14, 34- 35; 15, 12.17). “Su mandamiento es que nos amemos unos a otros”, dice la segunda lectura (1a Juan 3, 18-24), y la realización de este mandamiento se dio en los inicios de la comunidad cristiana. Pero hoy no está costando mucho amar al prójimo, lo estamos viviendo en cada instante, tanta violencia que vivimos que está dañando, el alma y la comunión de nuestros pueblos. Por eso Jesús nos dice hoy a cada uno de nosotros.
Sin mí no pueden hacer nada. Jesús es tajante: sin mí pueden hacer poco. Sin Jesús no podemos hacer nada. A veces los cristianos hemos convertido el evangelio en un compromiso ético. Hemos puesto la esencia de la vida cristiana en el trabajo, en el esfuerzo, en el mérito. Los cristianos nos hemos atrevido a todo: hasta hacer un cristianismo sin Cristo.
Es verdad que podemos sembrar, labrar, regar, recoger,pero nunca debemos olvidar que las plantas crecen con la caricia del sol, de la lluvia, del aire. Es decir, con la caricia de Dios. Por eso es importante el estar unidos a Cristo como los sarmientos a la vid. Que corra por nuestras venas la savia divina y así podemos esperar frutos. Y unidos a CRISTO, NUESTRA VERDADERA VID, cantaremos el canto que agrada al padre. “Voy a cantar” (Is. 5,1). Estamos acostumbrados a ver a un Dios hablando, predicando, caminando, llorando. Pero no nos imaginamos a un Dios “cantando”. Nos preguntamos: ¿quién canta? Es el mismo Dios, ¿Qué canta? Dios sólo sabe cantar un tipo de canciones: las canciones del amor, ¿A quién canta? A su pueblo.
En el Antiguo Testamento al pueblo de Israel, ahora su pueblo es Jesús y los que están unidos a Él. ¿En qué tono canta? En tono mayor y en tono menor. En tono mayor cuando “permanecemos en Él” y estamos todos unidos como los sarmientos con la vid. Pero también canta en tono menor, cuando en vez de uvas damos agrazones. El agrazón es la uva que no ha madurado. Le duele a Dios que nos quedemos a la mitad del camino, que no lleguemos a la plenitud, que no cumplamos los sueños que, desde toda la eternidad, Él tenía sobre cada uno de nosotros. Cuando Jesús dice: “Yo, soy la vida y ustedes son las ramas”. Nos recuerda que, desde el origen de los tiempos, los seres humanos hemos aprendido que unidos podemos sobrevivir más tiempo y tener una mejor calidad de vida. Estar separados y enfrentados, es el primer síntoma de la desaparición de una organización humana. ¿Por qué permitimos todo esto? Que tengan un ¡Bendecido Domingo!
Domingo 28 de Abril