Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, OFM, obispo Diócesis San José de Temuco
El pasado viernes 9 de agosto, una vez más como cada año desde 1995, se conmemoró el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. La primera reunión de trabajo de la Organización de las Naciones Unidas sobre la población Indígena se realizó en Ginebra en 1982, con el fin de establecer los derechos de estos pueblos y naciones. La ONU reconoce que corresponde al 6% de la población mundial total, con alrededor de 476 millones de personas, que se concentran en diferentes países, como testimonio de una vida humana milenaria. Los pueblos originarios tienen formas y sistemas culturales muy particulares, como el modo en que se relacionan las personas, su relación con el medio ambiente y también su espiritualidad. Sus sistemas sociopolíticos y económicos son muy distintos a los de las sociedades modernas, por eso muchas veces los ha excluido.
El Estado de Chile identifica la existencia de nueve pueblos originarios, el pueblo Mapuche es, sin duda, el más numeroso. La riqueza está en su identidad, cultura, costumbres, idioma e historia, aspectos son desconocidos en la sociedad global. Esta negación se manifiesta principalmente en lo sociopolítico, por ejemplo, respecto del reconocimiento oficial o constitucional, al igual que el reconocimiento de su idioma, por lo que, a pesar del avance de la modernidad, y ampliación de derechos sigue manteniendo el status de segunda categoría.
La cultura mapuche es poseedora de enormes riquezas; su cosmovisión particular, cosmogónica, le ha dado la fortaleza necesaria para permanecer adaptándose a los más diversos cambios y procesos tendiente a su asimilación en diferentes épocas, enfrentado distintas vicisitudes, sin perder por ello su peculiaridad, a pesar de la presión y negación.
En el marco del último siglo la Iglesia Católica, ̶ también otras iglesias cristianas históricas ̶ , ha sido testigo y acompañante en muchos de sus dolores, penas, gozos y esperanzas. La Iglesia ha actuado en favor de sus derechos, acompañando procesos y momentos dolorosos, derivados de esta falta real de reconocimiento. Gran parte de la población mapuche se identifica con la fe cristiana católica, desde su identidad cultural.
Los Obispos del Sur, en su Carta Pastoral: “Evangelización del Pueblo Mapuche” de 1979, manifestaron: «La Iglesia distingue claramente el concepto de nación y pueblo. Dentro de una misma nación pueden integrarse varios pueblos». En diferentes momentos, se ha pronunciado con nuevas Cartas y Mensajes, llamando a reconocer su riqueza y sus derechos. El Papa Francisco en el último tiempo ha llamado a los gobernantes del mundo a acoger, reconocer y valorar la riqueza de los pueblos originarios; para él, su sabiduría, cuya fuente está en su cosmovisión y cultura, pueden ayudar a la salvación del planeta. En su Visita Apostólica a Brasil, el año 2018, en el marco de su Encuentro con los Pueblos de la Amazonía, señaló lo siguiente: «El reconocimiento de estos pueblos —que nunca pueden ser considerados una minoría, sino auténticos interlocutores— así como el de todos los pueblos originarios, nos recuerda que no somos los poseedores absolutos de la creación». Agregó que el reconocimiento y el diálogo serán el mejor camino para transformar las históricas relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación.
Como Obispo de Temuco, me sumo a esta conmemoración y a la demanda de reconocimiento, alentando a nuestros hermanos y hermanas mapuches a mantener con orgullo su identidad y su riqueza cultural, porque en eso también hay «semillas del Verbo». Saludo a todos, de modo especial a las familias mapuches católicas, a todas las familias cristianas que no reniegan de su cultura ancestral, porque son parte de nuestros orígenes. Y aliento vivamente a todos quienes toman decisiones en favor de la convivencia de todos los pueblos.