La Cuaresma, que este año comienza el 05 de marzo, con la celebración de Miércoles de Ceniza, nos abre una puerta única de esperanza cada año: un tiempo de gracia para reencontrarnos con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Es un llamado profundo a la reconciliación, un acto que no solo transforma nuestro interior, sino que nos dispone a vivir la Pascua con el corazón renovado.
San Pablo, en su segunda carta a los Corintios, nos exhorta con claridad: “Déjense reconciliar con Dios” (2 Cor 5,20). Este imperativo es el punto de partida de toda auténtica conversión. Reconocer nuestra necesidad de reconciliación no es una muestra de debilidad, sino de humildad. Aceptamos que, como hijos, necesitamos volver al Padre, quien siempre nos espera con los brazos abiertos de su misericordia.
En este camino al centenario de nuestra diócesis, la reconciliación con Dios también pasa por reconciliarnos con nosotros mismos, con nuestra historia. Muchas veces cargamos con culpas, heridas o rencores que nos impiden avanzar. La Cuaresma es un tiempo propicio para revisar el estado de nuestro corazón, aceptar nuestras fragilidades y dejar que el amor de Dios nos sane desde dentro. Solo al reconciliarnos con nuestra propia historia podemos vivir en paz y en plenitud.
Finalmente, esta reconciliación debe extenderse hacia los demás. El Evangelio nos recuerda que no podemos presentarnos ante el altar si estamos enojados con nuestro hermano (Mt 5,23-24). La Cuaresma nos invita a pedir perdón y a ofrecerlo, incluso cuando parece difícil. Es el momento de dar el primer paso, conscientes de que el amor y la misericordia son el camino hacia la verdadera comunión.
En este itinerario de 40 días hacia la Pascua, dejarnos reconciliar es un acto de fe y confianza en el Dios que transforma nuestras vidas. Es un acto de valentía en un mundo donde, con frecuencia, se opta por la división y el orgullo. Pero quien se abre a la reconciliación experimenta la paz profunda que solo Dios puede dar.
Que esta Cuaresma, enmarcada en el año jubilar de la Esperanza, sea un tiempo para escuchar el llamado de Jesucristo, por medio de San Pablo: dejar que la gracia de Dios actúe en nosotros y dar pasos concretos hacia la conversión. Porque reconciliarnos es el camino necesario para experimentar la alegría de la resurrección.
