Diócesis de Temuco

Dios Paciente y Misericordioso

 

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  “Déjenlos crecer juntos hasta la siega”. (Mt 13,30).

[dropcap]L[/dropcap]a Parábola del «Trigo y la Cizaña» (Cf Mt 13,24-30), al igual que la del «Sembrador» (Cf Mt 13,4-9), es tomada de la agricultura. Su aplicación a la doctrina del Reino la hace también Jesús sólo a los apóstoles, advirtiendo que la muchedumbre se había dispersado ya y que Él se encontraba en casa con ellos. La frase introductoria “El Reino de los cielos es semejante…”, equivale a aquella otra: sucede en el Reino de los cielos lo que a un hombre que sembró buena semilla en su campo.

Aprovechándose del silencio de la noche, cuando no había peligro de ser descubierto, su enemigo sembró cizaña encima del trigo. Cuando nace su tallo y las hojas se parecen tanto a los de la espiga de trigo, que sólo los muy peritos pueden distinguirlos.

Los criados, al advertir las espigas de la cizaña mezcladas entre las del trigo, acuden alarmados al señor, quien sospecha enseguida una vil venganza de su enemigo. Los criados se muestran prestos para arrancar la cizaña, pero el señor se opone, temeroso de que juntamente con ella arranquen también el trigo.

Cuando llegue el tiempo de la recolección será fácil separar las espigas del trigo de las de la cizaña. Estas se atarán en gavillas para arrojarlas al fuego, mientras que el trigo será llevado al granero.

Es hermoso descubrir, desde la Palabra, a un Dios que no sólo lo puede todo, lo sabe todo, o que está en todas partes, sino que, además, es Misericordioso, Paciente, Compasivo, Rico en Piedad.

Dios, representado por el señor dueño del campo, no quiere que arranquen la cizaña, sino que le da tiempo. Que esperanzador el texto, siempre tenemos una nueva oportunidad. Si bien los peones (que nos representan) quisieran arrancar inmediatamente la cizaña, Dios tiene paciencia y espera. Fácilmente viene a nuestra memoria aquella otra parábola del Reino, en la cual Dios, representado por un rey que pide cuentas a uno que le debe mucho, lo deja ir libre después de escuchar la súplica: «Señor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo» (Mt 18,26).

Acerquémonos con confianza al Corazón Misericordioso del Padre y recibamos con disposición su Palabra que nos dice: «Sean Misericordiosos, como es Misericordioso vuestro Padre» (Lc 6,36).

Pbro. Patricio Trujillo Valdebenito, Licenciado en Teología Fundamental