Diócesis de Temuco

El Papa: ‘El hambriento nos pide dignidad, no limosna’

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El Santo Padre participa en la 2ª Conferencia Internacional sobre nutrición en la FAO y advierte que cuando falta la solidaridad en un país, se resiente todo

« [dropcap]D[/dropcap]ar de comer a los hambrientos para salvar la vida en el planeta». Esta ha sido la petición del santo padre Francisco durante su visita esta mañana a la sede de la FAO en Roma, en ocasión de la 2ª Conferencia Internacional sobre nutrición a la que asisten representantes de 170 países del mundo.

«La total unidad de propósitos y de obras, pero sobre todo el espíritu de hermandad, pueden ser decisivos para soluciones adecuadas», ha iniciado Francisco. Asimismo, ha asegurado que Iglesia «siempre trata de estar atenta y solícita respecto a todo lo que se refiere al bienestar espiritual y material de las personas, ante todo de los que viven marginados y son excluidos, para que se garanticen su seguridad y su dignidad».

De este modo, ha observado que los destinos de cada nación están más que nunca enlazados entre sí, como los miembros de una misma familia. Pero, ha advertido, «vivimos en una época en la que las relaciones entre las naciones están demasiado a menudo dañadas por la sospecha recíproca, que a veces se convierte en formas de agresión bélica y económica, socava la amistad entre hermanos y rechaza o descarta al que ya está excluido». Y esto lo sabe bien «quien carece del pan cotidiano y de un trabajo decente», ha indicado el Papa.

Así ha expresado su deseo de durante este Congreso, en la formulación de compromisos, «los Estados se inspiren en la convicción de que el derecho a la alimentación sólo quedará garantizado si nos preocupamos por su sujeto real, es decir, la persona que sufre los efectos del hambre y la desnutrición». A propósito, ha reconocido que «tal vez nos hemos preocupado demasiado poco de los que pasan hambre». Por ello, «duele constatar» que la «lucha contra el hambre y la desnutrición se ve obstaculizada por la prioridad del mercado y por la preminencia de la ganancia». Con voz firme, el Santo Padre ha advertido que «mientras se habla de nuevos derechos, el hambriento está ahí, en la esquina de la calle, y pide carta de ciudadanía, ser considerado en su condición, recibir una alimentación de base sana. Nos pide dignidad, no limosna». Esta frase ha provocado un fuerte aplauso de los presentes.

A continuación, el Pontífice ha indicado que los planes de desarrollo y la labor de las organizaciones internacionales deberían tener en cuenta el deseo de ver que se respetan en todas las circunstancias los derechos fundamentales de la persona humana y, en nuestro caso, la persona con hambre.

El interés por la producción, la disponibilidad de alimentos y el acceso a ellos, el cambio climático, el comercio agrícola, «deben ciertamente inspirar las reglas y las medidas técnicas», ha solicitado Francisco. Pero, ha proseguido, la primera preocupación debe ser la persona misma, aquellos que carecen del alimento diario y han dejado de pensar en la vida, en las relaciones familiares y sociales, y luchan sólo por la supervivencia.

Haciendo referencia a su antecesor, el santo Papa Juan Pablo II, Francisco ha explicado que en la inauguración de la Primera Conferencia sobre Nutrición, en 1992, puso en guardia a la comunidad internacional ante el riesgo de la ‘paradoja de la abundancia’: hay comida para todos, pero no todos pueden comer. Por desgracia, ha advertido el Papa, esta ‘paradoja’ sigue siendo actual.

Por otro lado, ha advertido sobre el reto de la falta de la solidaridad, «la queremos sacar del diccionario» y nuevamente ha provocado el aplauso del público. «Cuando falta la solidaridad en un país, se resiente todo el mundo», ha precisado. Al igual que «los seres humanos, en la medida en que toman conciencia de ser parte responsable del designio de la creación, se hacen capaces de respetarse recíprocamente, en lugar de combatir entre si», los Estados, «concebidos como una comunidad de personas y de pueblos, se les pide que actúen de común acuerdo, que estén dispuestos a ayudarse unos a otros mediante los principios y normas que el derecho internacional pone a su disposición».

De este modo, el Santo Padre ha indicado que la ley natural habla un lenguaje que todos pueden entender: amor, justicia, paz, elementos inseparables entre sí. Francisco ha subrayado que también los Estados y las instituciones internacionales «están llamados a acoger y cultivar estos valores, en un espíritu de diálogo y escucha recíproca».

Cada mujer, hombre, niño, anciano, debe poder contar en todas partes con estas garantías, ha pedido el Papa. Y es deber de todo Estado «suscribirlas sin reservas, y preocuparse de su aplicación». La Iglesia Católica – ha afirmado- trata de ofrecer también en este campo su propia contribución, mediante una atención constante a la vida de los pobres en todas las partes del planeta,

A continuación, ha subrayado que «ninguna forma de presión política o económica que se sirva de la disponibilidad de alimentos puede ser aceptable». Improvisando en su discurso, Francisco en este punto ha afirmado que «aquí pienso en nuestra hermana Tierra». Y ha recordado una frase que escuchó a un anciano «Dios siempre perdona, los hombres a veces, la Tierra nunca». Por eso ha pedido cuidar de la hermana Tierra, para que no nos responda con la destrucción.

Para finalizar su discurso, el Santo Padre ha pedido a Dios «que bendiga a todos los que, con diferentes responsabilidades, se ponen al servicio de los que pasan hambre y saben atenderlos con gestos concretos de cercanía». Asimismo ha pedido para que la comunidad internacional «sepa escuchar el llamado de esta Conferencia y lo considere una expresión de la común conciencia de la humanidad: dar de comer a los hambrientos para salvar la vida en el planeta».