[dropcap]A[/dropcap] días de que comience la votación de la Comisión de Constitución del proyecto que busca despenalizar el aborto en tres causales, el arzobispo de Santiago expone los argumentos de la Iglesia respecto del proyecto de ley de despenalización del aborto por tres causales: El riesgo de vida presente o futuro de la madre; cuando el embrión o el feto padece alteraciones estructurales congénitas, incompatibles con la vida extrauterina; y la interrupción del embarazo en caso de una violación.
Se trata de uno de los temas más debatidos en la opinión pública desde que fue anunciado en la cuenta presidencial de mayo de 2014. Aunque la legislación chilena prohíbe la interrupción del embarazo, el proyecto de despenalización en tres causales se encuentra en su etapa de primer trámite constitucional en la Cámara de Diputados.
¿Cardenal, puede una mujer elegir si abortar o no en algunos casos extremos?
Se pretende establecer una contraposición engañosa entre el derecho a elegir de la madre y el derecho a la vida del hijo que está por nacer. Entonces: ¿Qué justifica que la libertad de la madre esté por encima del derecho a la vida de su hijo?
La primera causal de aborto del proyecto es el riesgo de vida presente o futuro de la mujer, y se trata de evitar el castigo penal a los médicos.
Los expertos nos dicen que esta primera causal de despenalización no tiene justificación. El médico ejerce su profesión fundado en la ciencia y en la competencia, buscando salvar la vida de la madre y del niño. Sin embargo, la intervención médica que busca un tratamiento adecuado para la mujer enferma, y que tiene como consecuencia -indirecta y no querida- la muerte del que está por nacer, moralmente no es considerada aborto. En este caso no sería necesario despenalizar, por la sencilla razón de que no hay delito.
La segunda causa de despenalización se daría en el caso de practicar un aborto cuando un equipo médico diagnostica que el embrión o el feto padece alteraciones estructurales congénitas, incompatibles con la vida extrauterina.
¿No significaría intervenir para terminar con una vida inocente? El papa Francisco recoge la convicción del cristianismo cuando afirma: “No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un embrión humano aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades” y recuerda la enseñanza del papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in Veritate: “Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social”. He acompañado a papás y mamás que han tenido la alegría de tener entre sus brazos, solo por algunos instantes, o de acompañar por semanas o meses, a un hijo o hija inviable, brindándole todo su amor.
¿Forzar a una mujer a continuar con un embarazo incompatible con la vida, o esperar a que muera el feto, no es prolongar su sufrimiento?
Es muy probable que así sea, sin embargo, ese sufrimiento tiene un hondo sentido e irá acompañado del consuelo humano y espiritual de haber entregado a ese hijo o hija todo el cariño y cuidado que se le pudo regalar. El sufrimiento se prolongaría mucho más –así lo creo- con una intervención que termine con una vida que los esposos han querido como prolongación de su amor.
¿Estaría bien castigar penalmente a la madre que no quisiera esperar la muerte natural de su hijo o hija, y abortara?
Lo que quisiera expresar es que la mujer, su esposo y toda la familia, pudieran ofrecer a quien ha sido engendrado las mejores condiciones posibles para que la vida pueda desarrollarse, aunque sea por un breve espacio de tiempo, y darle todo el amor.
La tercera causal es la interrupción del embarazo en caso de una violación. Se trata de una mujer o una niña embarazada contra su voluntad.
La agresión que supone una violación es injustificable. Ahora, junto con la injustificable y dolorosa situación de la mujer y madre, no se puede silenciar que también está en juego una tercera persona, que es inocente, una vida que no tiene ninguna culpa de haber sido concebida, y que, por consiguiente -permítame decir- no ha cometido ningún delito para ser condenada a muerte.
La violación supone una agresión brutal a la dignidad de la mujer. ¿Por qué la sociedad debería exigirle que continúe con un embarazo si ella no quiere?
Con claridad y fuerza denunciamos que se trata de una agresión brutal, pero con la misma claridad y fuerza planteamos el derecho a la vida del que está por nacer. Condenarlo a morir es una grave injusticia.
Pero se trataría de que la mujer decida en un contexto de discernimiento adecuado y antes de las doce semanas de gestación. ¿Por qué perpetuar la negación de la voluntad de la madre y el dolor que se inició con la violación?
No se puede ocultar o negar el dolor producido por la atrocidad de una violación. La sociedad entera, sus leyes, los recursos humanos, la educación -partiendo por la familia-, deben hacerse cargo de este sufrimiento y hacer todo lo posible para que no se produzca. Al mismo tiempo, debemos respeto a la vida del inocente, de un ser débil que no puede defenderse y que puede ser víctima del atropello más grande que un ser humano pueda sufrir: Negarle el derecho a vivir.
¿Para usted este no es un tema de respeto y tolerancia hacia la decisión de la mujer?
Sin duda, requiere de mucho respeto, comprensión y acogida, en la verdad y en la caridad, lo mismo que le debemos a la vida de la persona que está por nacer.
Si en un centro asistencial católico los médicos hicieran objeción de conciencia, el proyecto obligaría a encontrar un profesional de salud sin esa objeción. ¿Qué opina?
La objeción de conciencia es un derecho. Por eso, si un centro asistencial católico y los médicos han adherido a la objeción de conciencia, deben ser respetados en su opción. Las personas que libremente acuden a un centro asistencial católico deben ser informados de los servicios que allí se prestan o que no se pueden prestar. El acudir a otros centros de salud reside en la libertad de cada persona.
Se ha dicho que si centros de salud católicos no practicaran esta ley, en el caso de ser aprobada, se podría incluso expropiar algún hospital o clínica.
Sería, sin duda, una grave injusticia, ya que en nombre de la libertad que se esgrime, se limitaría arbitrariamente la libertad de personas y de instituciones que aportan al bien común de acuerdo a una conciencia recta.
¿Qué opina el papa Francisco sobre este tema?
En su última encíclica Alabado Seas, el papa habla del respeto a la vida y reflexiona sobre la cultura del descarte que se ha ido abriendo camino en una sociedad que privilegia el éxito de la economía y aplica este concepto también al aborto. Sostiene que un hijo que está en el seno de su madre, no puede ser considerado un “descarte, porque no responde al deseo de sus padres”. Es en contra de esta cultura del descarte, que abarca tantas situaciones de la vida humana, que el papa alza su voz profética en favor de la vida.
¿Qué le pide a los sacerdotes, religiosos y agentes pastorales de la Iglesia en este sentido?
Animo a mis hermanos de la comunidad católica, pero también a las instituciones civiles, especialmente al poder ejecutivo y a los legisladores, a que trabajen y redoblen los esfuerzos por el cuidado y el acompañamiento de la vida que está por nacer y por ofrecer a las mujeres embarazadas y a las familias, todos los medios necesarios para que la acogida de la vida sea una fiesta de gozo y de esperanza.
¿Qué le diría a una niña de trece años que está pensando en abortar?
Que no viva esta situación sola; que considere que en ella se está desarrollando una vida que quiere crecer y ver la luz. La invitaría, junto a su familia, a acercarse a algunas instituciones que la quieren y pueden apoyar. Hay varias en Santiago, como por ejemplo Emprende Mamá, la Fundación San José y otras, que han acompañado y acompañan a adolescentes como ella, en este camino.
Al término de la entrevista, el arzobispo de Santiago expresa su esperanza de que se produzca una discusión seria y profunda. En su opinión, si este proyecto fuera aprobado como ley, tendría validez legal, pero: “No todo lo legal es ético, y la invitación será siempre a tener en cuenta el dictamen de la conciencia, iluminada por la palabra de Dios”.
Fuente: Comunicaciones Santiago
www.iglesiadesantiago.cl