«Hoy vivimos nuevamente en nuestra patria el ejercicio más democrático: Votar, elegiremos a los candidatos que pueden llegar a conducir nuestra nación, en el cargo más importante del servicio público cuyo requisito más importante es Servir al prójimo, servir a todas las personas de esta tierra del sur del mundo», expresa en su columna dominical Monseñor Héctor Vargas, del domingo 18 de Julio, en el Diario Austral de la ciudad de Temuco.
Por eso el Magisterio de la Iglesia y que el Papa Francisco recuerda que: “La Política es la más alta expresión de la caridad”. Para hacer posible una familia en nuestro país es necesario y hace falta la mejor política. La buena Política debe estar al servicio de la paz. Todo cristiano nos recordaba el Papa emérito Benedicto XVI está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. Porque permite edificar una sociedad más humana y digna del ser humano. Una buena política debe trabajar por grandes principios y que apueste por un servicio al bien común a largo plazo, que no busque garantizarse únicamente los votos. Es necesario un orden social y político cuya alma sea la caridad social.
Para los cristianos, la caridad social solo la entendemos desde el Evangelio de Jesucristo. Una vez más, la Palabra de Dios de este domingo nos ilumina sorprendentemente.
Las lecturas bíblicas de este domingo presentan la obra de Cristo, como proyecto de “justicia”, es decir, de salvación integral y de paz para toda la humanidad. Él es el pastor anunciado por los profetas, que realizará el plan de vida y de misericordia de Dios para su pueblo (primera lectura: Jeremías 23,1-6); en él la humanidad entera llega a ser un único pueblo, sin separaciones ni discriminaciones (segunda lectura: Efesios 2,13-16); él es el pastor que se conmueve frente a la indigencia material y espiritual de los hombres (evangelio: Marcos 6,30-34).
Jeremías, critica la conducta y el gobierno de los reyes de Israel, a los cuales se les consideraba como pastores del pueblo: “¡Ay de los pastores que extravían y dispersan el rebaño de mis pastizales, oráculo del Señor!” (v. 1). Los monarcas en Israel se han enriquecido a sí mismos, no han cumplido ni se han preocupado de hacer cumplir la ley del Señor, no se han interesado de los más pobres del país, han vivido dominados por intereses egoístas y vendidos a las potencias extranjeras. La víctima de toda esta situación es el pueblo, sobre todo los sectores más necesitados de la sociedad. En su favor alza la voz el profeta Jeremías diciendo que Dios mismo intervendrá en la historia, para castigar a los reyes y para pastorear personalmente al pueblo (vv. 2-3). El Señor pondrá al frente del pueblo pastores que lo apacentarán con responsabilidad y esmero (v. 4).
Para Jeremías, Sedecías es el símbolo de la insuficiencia humana, de la irresponsabilidad de los pastores y de los límites de la monarquía. Por eso anuncia la llegada de un “retoño legítimo” de David, es decir, un auténtico rey-pastor, “que reinará con sabiduría, que practicará el derecho y la justicia en esta tierra” y en cuyos días “Judá se salvará e Israel vivirá en paz” (v. 5-6). Su nombre, en clara oposición al rey Sedecías, será: “Yahvéh-nuestra justicia” (v. 6).
La Iglesia puede sacar tres lecciones de las lecturas bíblicas de hoy: (1) La obra de Jesús, que la comunidad cristiana debe continuar, es una obra de justicia, es decir, de salvación integral, espiritual, social y física del hombre; (2) La misión de la Iglesia en el mundo debe ser una misión de paz, de unidad y de amor, superando siempre la tentación de olvidar a los alejados, de cerrarse ante los retos nuevos o de ser intolerante frente a los de fuera; (3) La Iglesia, como Jesús, debe ofrecer a los hombres un espacio de serenidad y de paz, sobre todo a través de la experiencia de la oración y de la liturgia; al mismo tiempo, a imagen de Cristo, debe saber actuar con misericordia y con compasión delante de toda miseria humana. Buen domingo y merecido descanso.