En la columna dominical publicada en el Diario Austral del 23 de octubre, el Pbro. Carlos Hernández Cordero, Vicario Judicial y Canciller del Obispado de Temuco, se refiere al Domingo Universal de las Misiones y extiende el llamado del Papa Francisco en el anuncio del Evangelio.
Como es ya tradición, el penúltimo Domingo de octubre celebramos en la Iglesia la Jornada Mundial de las Misiones. El Santo Padre, el Papa Francisco, ha enviado su mensaje convocándonos a vivir, en comunión fraterna, en este día, el Domingo Universal de las Misiones (DUM). El lema que ha escogido está inspirado en el libro de los Hechos de los Apóstoles “Para que sean mis testigos” y nos recuerda las palabras que el Resucitado dirige a sus Apóstoles y con las que señala el núcleo de la vocación cristiana: ser testigos de Cristo. Siguiendo la reflexión del Papa me permito destacar tres aspectos que considero de especial significación y actualidad.
En primer lugar, resulta interesante resaltar el carácter comunitario-eclesial de la llamada misionera de los discípulos (“…para que sean…”); esta forma plural nos señala que la misión se realiza de manera conjunta, en comunión con la comunidad eclesial y bajo el mandato de Cristo. No es casualidad el hecho de que Jesús envía a sus discípulos a la misión no individualmente, sino de dos en dos. De este modo el testimonio que los cristianos estamos llamados a dar de Cristo tiene esencialmente este carácter comunitario. En segundo lugar, la esencia de la misión es dar testimonio de Cristo (“…sean mis testigos…”). Al respecto el Papa Francisco, en su mensaje, evoca a san Pablo VI quien, en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (n. 41), señala: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio”. De este modo, el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo son los dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad cristiana para ser misionera. Este testimonio será, por cierto, la fuerza de atracción para el crecimiento de la Iglesia en el tercer milenio. Por último, el Señor resucitado, exhortando a los discípulos a ser sus testigos, con la palabra y las obras, les anuncia a dónde son enviados: “…a Jerusalén, a toda Judea, a Samaría y hasta los confines de la tierra” (cfr. Hch 1,8), es decir, la misión tiene un carácter universal. Por otra parte, no son enviados a hacer proselitismo, sino a anunciar. Los cristianos anunciaron a Cristo por todas partes, desde los albores del cristianismo. Ya en el libro de los Hechos de los Apóstoles descubrimos el movimiento que genera la misión y que dibuja una hermosa imagen de la Iglesia “en salida” que, con entusiasmo y alegría, en medio de las dificultades, cumple con su vocación de testimoniar a Cristo Señor.
En este día de las Misiones, acogemos la invitación del Papa Francisco a tomar conciencia de nuestra misión en el mundo de hoy y a unirnos en comunión espiritual con tanto hombres y mujeres que, en lejanos rincones de la tierra, en medio de oposición, persecución y diversas vicisitudes, anuncia con gozo el Evangelio de la misericordia, del perdón y de la caridad fraterna.