Columna Mons. Héctor Vargas Bastidas – domingo 13 stbre
Un tiempo para la Creación
En septiembre la familia cristiana inicia un tiempo de oración por el cuidado de la creación, que finaliza el 4 de octubre, en memoria de san Francisco de Asís. Un tiempo de gracia para hacer memoria de la vocación original de la creación, en cuanto “comunidad de amor”, porque «todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás. “Ello nos une con ternura, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra» (LS, 92).
Pero debemos reconocer que hemos roto los lazos que nos unían al Creador, fuente y origen de todas las cosas, y con ello, a los demás seres humanos y al resto de la creación. Necesitamos sanar estas relaciones dañadas, que son esenciales para sostenernos a nosotros mismos y a todo el entramado de la vida. Nos invita a pensar de nuevo en los demás, especialmente en los pobres y en los más vulnerables, a acoger de nuevo el proyecto original y amoroso de Dios destinado a hacer de la creación una herencia común, un banquete para compartir con todos y donde nos apoyamos y protegemos mutuamente. La creación ha sido dada, para ayudarnos a encontrar en su belleza al Señor de todas las cosas y volver a Él. Es algo que podemos aprender especialmente de los hermanos y hermanas indígenas, que viven en armonía con la tierra y sus múltiples formas de vida.
Hoy, sin embargo, afirma el Papa Francisco, nuestro estilo de vida empuja al planeta más allá de sus límites. La desintegración de la biodiversidad, es una señal grave ante la codicia desenfrenada del consumo. La voz de la creación nos urge, alarmada, a regresar al lugar correcto en el orden natural, a recordar que somos parte, no dueños, de la red interconectada de la vida. La continua demanda de crecimiento y el incesante ciclo de producción y consumo, como una economía de producción deletérea de los recursos naturales, están agotando el medio ambiente ¡la creación gime! La pandemia actual nos ha llevado de alguna manera a redescubrir estilos de vida más sencillos y sostenibles. La crisis, en cierto sentido, nos ha brindado la oportunidad de desarrollar nuevas formas de vida. Es momento decisivo para acabar con actividades y propósitos superfluos y destructivos, y eliminar de nuestras economías los aspectos no esenciales y nocivos.
Por eso, en el contexto de una desaparición de especies y una degradación de los ecosistemas sin precedentes, urge reparar la armonía original de la creación y sanar las relaciones humanas perjudicadas. Se nos acaba el tiempo, como nos lo recuerdan nuestros niños y jóvenes. Da alegría, a su vez, ver a tantos de ellos, organizaciones sociales y religiosas y comunidades, especialmente indígenas, a la vanguardia de la respuesta a la crisis ecológica, conscientes de que «las cosas pueden cambiar» (LS, 13). Alegrémonos porque, en su amor, el Creador apoya nuestros humildes esfuerzos por la tierra. Tierra que es también la casa de Dios, donde su Palabra «se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14), el lugar donde la efusión del Espíritu Santo se renueva constantemente.