Columna Mons. Héctor Vargas Bastidas – domingo 20 stbre
Hacia una Patria intercultural
Con la vuelta a la democracia y los compromisos definidos en el Pacto de Nueva Imperial, la actual Ley Indígena marcó un hito. Sin embargo, las altas expectativas que había generado su trámite, y posteriores debilidades en el texto promulgado, que no contenía herramientas suficientes para salvaguardar diversos derechos de los indígenas, ha conducido a una creciente desconfianza tensionando la relación del Pueblo Mapuche con el Estado. A 20 años de su promulgación, una revisión y reforma a esta Ley, se estima como necesaria.
Sin embargo, más allá de las reivindicaciones y los entramados jurídicos, se nos invita a una reflexión mayor, que nos obliga a transitar desde lo socio jurídico hacia lo ético, desde la norma hacia la conciencia, desde la obligación hacia la transformación, en lo individual y lo colectivo. Así mediante el reconocimiento de su diversidad étnica y cultural, Chile está llamado a una democracia más plena, generando un nuevo tipo de relaciones que ampare la identidad y legítimos derechos de los pueblos indígenas, porque hablar de reconocimiento, implica consolidar las bases democráticas de nuestro país, que secularmente ha venido eludiendo los temas de fondo de esta deuda de raíces históricas.
Así nuestra madre Patria podrá reconocer a cada hija e hijo que la integran, el derecho a vivir dentro de su propia cultura, lo que no significa que los indígenas dejen de ser ciudadanos del Estado al que pertenecen, sólo que el Estado reconoce que nuestra sociedad no es homogénea. Por ello tiene la obligación de discutir y reformular las categorías sociales, valóricas y normativas, que le permitan definir una relación intercultural entre el Estado y la entera sociedad con los pueblos indígenas. Mediante una idea de nación diversa, heterogénea y compleja, que ampare a aquellos que han sido históricamente postergados, bajo los conceptos de igualdad, reconocimiento y reparación.
El desafío para la subsistencia indígena, es proteger sus territorios, sus recursos naturales y los derechos asociados a ellos, porque en su cosmovisión los elementos culturales son parte sustantiva de la territorialidad, en una secuencia de territorio y medio ambiente, que se puede sintetizar en una idea amplia de hábitat. Otro gran desafío, es un mayor involucramiento de los pueblos indígenas en temas que les atañen directamente, particularmente en el diseño y toma de decisiones en las políticas públicas que afectan significativamente sus respectivos territorios.
Quizás el principal logro institucional en los últimos 20 años fue la ratificación del Convenio N° 169 de la OIT en 2008 que abre caminos a nuevas definiciones institucionales, pero que sin embargo, no podrán consolidarse sin los consensos sociales y voluntad política que le son condicionantes. De este modo, persisten las desigualdades, y la falta de condiciones para construir un país que viva en forma dialogante su carácter multicultural. Un tema que es urgente considerar en estos días en que la Patria profundiza su autocomprensión.