Cada año, al cerrar el año litúrgico, celebramos a Cristo Rey del Universo, una solemnidad que nos permite reflexionar sobre el verdadero sentido de su reinado. El Evangelio de este Domingo de San Juan 18, 33-37, Pilato cuestiona a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. La respuesta de Cristo trasciende toda lógica humana de poder temporal: “Mi reino no es de este mundo”. Estas palabras nos invitan a mirar más allá de los reinos temporales y comprender el significado profundo de su reinado, que se manifiesta en la verdad, la vida, el amor y el servicio. Su Reino no es opulencia o poder avasallador, sino entrega total, al servicio de los demás. Cristo es un Rey cuya corona es de espinas y cuyo trono es la cruz, dejándonos un claro ejemplo que su poder radica en el amor y el sacrificio redentor por toda la humanidad.
En este sentido, el Reino de Cristo es un Reino de Vida. Él mismo lo señala en el Evangelio de San Juan 10, 10: “He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. Pero esta vida no se limita solo a la vida terrena, de la cual somos peregrinos, sino que abarca la vida en plenitud, la vida eterna, que aspiramos llegar un día en el cielo.
Celebrar a Cristo Rey del Universo, es recordar que su soberanía no se impone, sino que se ofrece, está abierta a todos, desde un profundo ejercicio de libertad para aceptarla. Es un reinado que nos desafía a cambiar nuestro mundo con pequeños gestos de servicio cotidiano. Porque cada vez que amamos y servimos, hacemos presente su Reino aquí en la tierra.
En la entrevista con Pilato, Jesús declara, que ha nacido y ha venido al mundo, para dar testimonio de la Verdad (Cf. Juan 18, 33-37). Esta Verdad, es que el poder de Dios no es por la fuerza, sino que se ofrece desde el servicio. Como lo describe bellamente san Mateo en su Evangelio (Cf. Mateo 25, 31-46), el reinado de Dios, se verifica en gestos concretos: alimentar al hambriento, acoger al extranjero, visitar al enfermo y al que está en la cárcel; dar dignidad al que no la tiene; ver en el necesitado un semejante y no un distinto.
En un mundo marcado por la división, el egoísmo y los enfrentamientos; el Reino de Cristo nos desafía a vivir en Esperanza, como ciudadanos del cielo: sirviendo en este mundo, con humildad, trabajando por la justicia y la paz. Que cada acto de amor que realicemos haga presente este Reino aquí y ahora, transformando corazones y comunidades. Así proclamamos, con nuestras vidas, que Cristo es verdaderamente Rey.
+ Jorge Concha Cayuqueo, OFM, obispo Diócesis San José de Temuco