Diócesis de Temuco

“Debemos decir a los hombres y mujeres del mundo: ¡no despreciéis la vida!”

No matarás!!

El asesinato de niños, de femicidios, de hombres y mujeres en manos de la delincuencia y el crimen organizado que tienen conmocionado al país, nos invitan a reflexionar sobre el quinto mandamiento, que con su formulación se yergue como una muralla defensiva del valor de la vida. Todo el mal del mundo, desde las guerras a la cultura del descarte, se podría resumir como un desprecio a la vida. y por todos los sistemas que someten la existencia humana a cálculos de oportunidades, mientras un número escandaloso de personas vive en un estado indigno del ser humano.

Un enfoque contradictorio permite incluso la supresión de la vida humana en el seno materno en nombre de la salvaguarda de otros derechos. Pero afirma Francisco, ¿cómo puede ser terapéutico, civil, o simplemente humano un acto que suprime la vida inocente e inerme en su origen?, ¿es justo “eliminar” una vida humana para resolver un problema?, ¿Es válido disponer de la vida inocente para robar, o sacrificarla en el altar de causas ideológicas? No se puede, no es justo “eliminar” a un ser humano, aunque sea pequeño, humilde, indefenso, enfermo, para resolver un problema. Es como contratar un sicario para resolver un problema.

¿Y qué lleva al hombre a rechazar la vida? Son los ídolos de este mundo: el dinero −mejor quitar a este del medio, porque costará−, el poder, el éxito, un libertinaje en donde nadie debe ser un obstáculo a sus oscuros fines, son parámetros errados para valorar la vida. En cambio la única medida auténtica de la vida ¡es el amor, el amor con que Dios la ama!. El amor con que Dios ama la vida: esa es la medida. El amor con que Dios ama cada vida humana. Porque, ¿cuál es el sentido positivo de la Palabra «No matarás»? Que Dios es «amante de la vida», El amor de Cristo sobre la cruz nos muestra cuánto nos ama Dios, nos dice que cada vida vale la sangre del mismo Cristo. Aquel o aquella que se presenta como un problema, en realidad es un don de Dios, una oportunidad  que puede sacarme del egocentrismo y hacerme crecer en amor. La vida vulnerable nos indica la vía de salida, la vía para salvarnos de una existencia encerrada en sí misma y descubrir la alegría del amor.

Debemos decir a los hombres y mujeres del mundo: ¡no despreciéis la vida! La vida ajena, y también la propia, porque también para esta vale el mandamiento: «No matarás». A tantos hay que decirles: ¡no desprecies tu existencia! ¡Deja de rechazar la obra de Dios! ¡Tú eres una obra de Dios! ¡No te minusvalores, no te desprecies con estilos de vida que te arruinarán y te llevarán a la muerte!

El secreto de la vida nos lo revela cómo lo trató el Hijo de Dios, que se hizo hombre hasta asumir, en la cruz, el rechazo, la debilidad, la pobreza y el dolor (cfr. Jn 13,1). En cada niño enfermo, en cada anciano débil, en cada inmigrante desesperado, en cada vida frágil y amenazada, Cristo nos está buscando (cfr. Mt 25,34-46), está buscando nuestro corazón, para revelar la alegría del amor. Vale la pena acoger cada vida porque cada hombre vale la sangre de Cristo mismo (cfr. 1Pt 1,18-19). ¡No se puede despreciar lo que Dios ha amado tanto!

 

+HÉCTOR VARGAS BASTIDAS

OBISPO DIÓCESIS SAN JOSÉ DE TEMUCO

COLUMNA DE OPINIÓN

PUBLICADA EL DOMINGO 09 DE MAYO, DIARIO AUSTRAL DE TEMUCO