Diócesis de Temuco

Diócesis de Temuco conmemora santos días

Este domingo, los fieles de los cinco decanatos de Angol, Victoria, Imperial y Temuco norte y sur, celebraron la entrada del Señor en Jerusalén para consumar su misterio pascual.

Con esta tradicional celebración del Domingo de Ramos, la Iglesia ingresa en el misterio de su Señor, crucificado, sepultado y resucitado, el cual entrando en Jerusalén dio un anuncio profético de su poder. Fue así que la comunidad diocesana llevó sus ramitos de laurel, romero y espigas, como signo de que Cristo muriendo en la cruz, triunfo como rey.

El Obispo de Temuco, monseñor Héctor Vargas Bastidas, señaló que: “Esta celebración tiene como un doble sabor, dulce y amargo, es alegre y dolorosa, porque en ella celebramos la entrada del Señor en Jerusalén, aclamado por el pueblo y sus discípulos como rey, al mismo tiempo que se proclama solemnemente el relato del evangelio sobre su pasión. Por eso nuestro corazón siente ese doloroso contraste y experimenta en cierta medida lo que Jesús sintió en su corazón en ese día, el día en que se regocijó con sus amigos y también lloró sobre Jerusalén”.

Señaló que: “El Evangelio describe a Jesús bajando del monte de los Olivos montado en una borrica, que nadie había montado nunca; se hace hincapié en el entusiasmo de los discípulos que acompañan al Maestro con aclamaciones festivas; y podemos imaginarnos con razón cómo los muchachos y jóvenes de la ciudad se dejaron contagiar de este ambiente, uniéndose al cortejo con sus gritos (…)Pero este Jesús, que justamente según las Escrituras entra de esa manera en la Ciudad Santa, no es un iluso que siembra falsas ilusiones, un profeta «new age», un vendedor de humo, todo lo contrario: es un Mesías bien definido, con la fisonomía concreta del siervo, el siervo de Dios y del hombre que va a la pasión; es el gran Paciente del dolor humano. Así, al mismo tiempo que también nosotros festejamos a nuestro Rey, pensamos en el sufrimiento que él tendrá que sufrir en esta Semana. Pensamos en las calumnias, los ultrajes, los engaños, las traiciones, el abandono, el juicio inicuo, los golpes, los azotes, la corona de espinas… y en definitiva al via crucis, hasta la crucifixión”.

Monseñor Vargas agregó: “Él lo dijo claramente a sus discípulos, Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Él nunca prometió honores y triunfos. Los Evangelios son muy claros. Siempre advirtió a sus amigos que el camino era ese, y que la victoria final pasaría a través de la pasión y de la cruz. Y lo mismo vale para nosotros. Para seguir fielmente a Jesús, pedimos la gracia de hacerlo no de palabra sino con los hechos, y de llevar nuestra cruz con paciencia, de no rechazarla, ni deshacerse de ella, sino que, mirándolo a él, aceptémosla y llevémosla día a día”.

Además, nos recordó que: “Y este Jesús,  está presente en muchos de nuestros hermanos crucificados que hoy sufren como él, a causa de un trabajo esclavo, por los dramas familiares, las enfermedades y la migración forzosa. Sufren a causa de la guerra y el terrorismo, por culpa de los intereses que mueven las armas y dañan con ellas. Hombres y mujeres engañados, pisoteados en su dignidad, descartados…. Jesús está en ellos, en cada uno de ellos, y con ese rostro desfigurado, con esa voz rota pide que se le mire, que se le reconozca, que se le ame.No es otro Jesús: es el mismo que entró en Jerusalén en medio de un ondear de ramos de palmas y de olivos y que murió en medio de dos malhechores. No tenemos otro Señor fuera de él”.