Escribe:Monseñor Jorge Concha Cayuqueo, Obispo Diócesis San José de Temuco
En este primer domingo de junio, la comunidad cristiana celebra la gran Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Es decir, el misterio de nuestra fe, sólo se puede comprender cuando conocemos la vida de Jesús, porque su vida fue una continua entrega de sí y la muerte fue la entrega de sí llevada hasta el final, hasta el extremo: Nadie ama tanto como el que da la vida por los amigos (Jn 15,13) Toda esa vida y toda esa muerte, están condensadas en cada una de nuestras celebraciones eucarísticas.
Por eso, esta fiesta del Corpus se vive de manera especial con la presencia real de Jesús en la Eucaristía. No se trata de un simple hacer memoria o recordar, sino de actualizar la vida y la muerte de Jesús para sumergirnos nosotros en ella. El amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, se vuelca hacia los pequeños, haciéndose pequeño y servidor de todos.
Es la fuerza de este amor la que sostiene a los creyentes en el camino de la vida y nos compromete a vivir como Jesús, a dar nuestra vida a favor de los demás. El cristiano no entra en comunión con Dios sólo a través de los actos de culto, sino sobre todo mediante el servicio a los más pobres.
Por eso hoy la Iglesia de Jesús celebra el día de la Caridad y del Amor y nos invita a sostener esta actitud del amor que es su mejor carta de presentación. Porque el lenguaje de la caridad lo entienden todos. La caridad abarca a todos los hombres y a todo el hombre.
Por tanto, la experiencia de la eucaristía nos impulsa a poner en práctica las exigencias de la fraternidad, del servicio, de la generosidad sin fronteras.
Entonces reavivemos nuestra fe y nuestro amor a la Eucaristía. Hagamos de ella el centro de nuestra vida cada día. Porque a través de ella, estamos dejando que la vida de Dios en Cristo Jesús irrumpa en nuestras vidas y éstas se transformen en Cristo. Este es el proyecto del Padre. Alimentarnos del pan único partido que es Jesús y hacerse uno con él, dejar que su vida corra por nuestras venas; dejarle que ore en nosotros; amar y consolar con nuestro corazón y nuestras manos; ir por los mismos caminos por donde él gustaba estar; mirar con sus ojos limpios a los hombres; experimentar con él que las cosas no dan la felicidad y que los pobres y despojados por amor estarán más cerca de Dios y de los hombres.
Que la Eucaristía, nos ayuda a recuperar la alegría y nuestro espíritu de servicio y así seremos revitalizados, para llevar a cabo la misión que Él mismo les encomendó a sus apóstoles y nosotros antes de marchar al cielo, nos dijo “Id”( cf. Mc 16, 15-18) Y desde entonces, los cristianos, hemos aprendido la siguiente lección: no nos podemos detener, estamos llamados a servir a nuestros hermanos. El Señor nos aguarda en el horizonte, nos espera en el compromiso activo y sin límites en pro de un mundo mejor.
La Eucaristía es el sacramento nuclear y culminante de la vida cristiana, el símbolo que Jesús nos entregó y que nos mandó repetir celebrativamente: “Haced esto en conmemoración mía” (Lc 22,19) es el sacramento del compartir y repartir, de la entrega y el sacrificio por los demás, hasta su expresión suprema: el martirio. Por eso, es considerado el sacramento central y culminante de la vida cristiana. Hoy te rogamos que nos ayudes a venerarte siempre en la Eucaristía y te prometemos entregarnos en el servicio a nuestros hermanos en memoria tuya.
Diócesis San José de Temuco, camino al Centenario