Diócesis de Temuco

El Espíritu Santo renueva todas las cosas

Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, obispo Diócesis San José de Temuco

Nos preparamos para celebrar uno de los hechos más significativos para el cristianismo: Pentecostés. La venida del Espíritu Santo a los apóstoles, les hizo despertar y apreciar la grandeza de la obra de Jesucristo para ellos y para los demás de su tiempo, los hizo mirar con renovada claridad los acontecimientos pasados como pueblo de Dios y les renovó su mirada hacia el futuro, impulsándolos de modo incontenible a anunciar a Jesucristo como la buena noticia para el mundo entero y en él para todos los pueblos de la tierra.

A los Apóstoles y otros hombres y mujeres reunidos aquel día en el Cenáculo, en armonía y oración, la acción del Espíritu prometido por Jesús, los renovó desde su ser más profundo, en sus disposiciones, facultades, comprensión y entendimiento de la realidad, en la conciencia y en la responsabilidad de su misión.

Ellos fueron bendecidos con los dones del Espíritu Santo y esta extraordinaria experiencia fue visible para todos los que conformaban la comunidad. Ellos recibieron los dones de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios y con ellos vencieron las resistencias y miedos propios y enfrentaron los desafíos de su tiempo, con buen discernimiento y renovada confianza.

La acción del Espíritu Santo es la corriente de la vida divina que llega con sus dones a los hombres y mujeres que se disponen a recibirla. Es una manifestación del amor y la generosidad de Dios para el hombre o la mujer y para su pueblo. Para recibir tan grande don es necesario creer. María es ejemplo de disposición para recibir esta inestimable gracia: «¡Dichosa tú porque has creído!», le dijo Isabel cuando María la visitó; «entonces María dijo: Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso” (Lc1, 45 – 49).

Para quienes creemos en el Espíritu Santo, que es «Señor y dador de vida», celebrar Pentecostés es una oportunidad para abrir nuestros corazones al soplo divino, permitiendo que siga regalándonos sus dones, y, entre ellos, el don imperecedero del amor, como lo dice San Pablo: «al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones» (Rom, 5, 5). Que el Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas, y así nos ayuda, una y otra vez, a darnos nuevas oportunidades, como personas y como sociedad, nos renueve, nos haga testigos de Cristo Resucitado y nos haga instrumentos de su paz y amor en el mundo.

Espíritu Santo, «Te necesitamos como el agua: desciende una vez más sobre nosotros y enséñanos la unidad, renueva nuestros corazones y enséñanos a amar como Tú amas, a perdonar como Tú nos perdonas» (Papa Francisco).