Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, Obispo de Temuco
En estos meses de verano, los corazones se llenan de esperanza, en distintas parroquias, muchas parejas han decidido unir sus vidas en el sacramento del matrimonio. Esto nos recuerda el primer milagro de Jesús en las Bodas de Caná: un signo extraordinario de amor, alegría y de la presencia transformadora de Jesús en la historia.
El Evangelio de este domingo según San Juan (Jn 2, 1-11) relata cómo, en medio de una celebración nupcial, María, la madre de Jesús, se da cuenta de una necesidad esencial: la falta de vino, símbolo de alegría. Con delicadeza, María intercede ante su Hijo, confiando plenamente en su poder y misericordia. Y es ahí donde Jesús convierte el agua en vino, no solo resolviendo el problema práctico, sino también llenando la celebración de un gozo renovado. Una nueva Esperanza, invade esas bodas y esas vidas.
Este relato es profundamente significativo, porque nos enseña que Jesús está presente en los momentos cotidianos de la vida, especialmente en aquellos llenos de amor y esperanza, como el estar en un matrimonio. Las bodas de Caná son un recordatorio de que Dios bendice la unión de dos personas que deciden caminar juntas, marcadas por el amor mutuo, convirtiendo sus esfuerzos humanos en algo divino.
Hoy, quienes se casan y forman familia, enfrentan un mundo lleno de desafíos. Sin embargo, el matrimonio cristiano sigue siendo un testimonio de fidelidad y confianza en un proyecto común, un compromiso que incluye incluso las dificultades. Así como en Caná, Jesús puede transformar lo ordinario en extraordinario y renovar cada día la alegría de estar unidos.
Para quienes asisten a estas celebraciones, la invitación es clara: ser como María, atentos a las necesidades de los demás y confiados en el poder transformador de Jesús. Para los novios, el mensaje es de esperanza: aunque el “vino” de la vida pueda escasear en algún momento, si Cristo está en el centro de su unión matrimonial, siempre habrá posibilidad de renacer y celebrar.
Que este verano, donde muchos unirán sus vidas en el santo matrimonio, sea una ocasión para recordar el verdadero significado del amor conyugal: una entrega mutua que es signo del amor de Dios por la humanidad. Y que como en Caná, cada matrimonio sea un espacio donde el milagro de la alegría se renueva día tras día.