Escribe: mons. Jorge Concha Cayuqueo, obispo Diócesis San José de Temuco
Es bien sabido que Pedro negó tres veces a Jesús cuando lo llevaban camino a la cruz, a pesar que le había dicho que daría su vida por Él (cfr. Jn 18, 12 – 27; 13, 37 – 37).
El Evangelio de este domingo nos presenta una de las aparición de Cristo resucitado a su discípulos entre los cuales estaba Pedro; y, al final de esta escena, se da un diálogo fundamental entre ambos, luego de la así conocida «pesca milagrosa» (cfr. Jn 21, 1-19). En esa conversación el Señor le pregunta tres veces si lo ama o lo quiere: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?», «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» y «Simón hijo de Juan, ¿me quieres?» A cada una de las preguntas, Pedro, responde afirmativamente; en la tercera le dice: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero». Y luego de cada respuesta afirmativa, Jesús le pide que «cuide», que «pastoree», que «apaciente» a sus ovejas. Al final, el Señor le dice a Pedro: «Sígueme».
Estas preguntas y estas respuestas serán recordadas – es decir, pasarán de nuevo por el corazón -, y se harán oración en el silencio personal y en la alabanza comunitaria de los cardenales reunidos en Conclave en Roma, en especial cuando sea indicado quién es el elegido para ser el sucesor de Pedro, llamado por el Señor a cuidar, pastorear, apacentar a su pueblo, y a quién, al igual que a Pedro, le dirá: «sígueme».
En el diálogo, a orillas del mar de Tiberíades, todo habla de la radical entrega y dependencia de Pedro al Señor que lo llama. El Señor lo perdona, el Señor lo restablece, el Señor le confía. La base de esta gran empresa es el amor; el más grande y primero es el amor del Señor, pero también es fundamental el amor del discípulo, para ser un digno servidor de quien lo llama, como lo fue el papa Francisco. Sabemos que Pedro esta vez no destiñó: muchas veces le obedeció a Él ante que a los hombres, como lo había declarado ente el Sanedrín de los judíos (cfr. Hechos de los Apóstoles 5, 29), y demostró su amor al Señor hasta el final, dando su vida por Él, al igual que Él, en una cruz.
Que el Señor siga bendiciendo a su Pueblo, dándonos un papa que sea discípulo, bueno, sabio y digno de su misión para los tiempos que vivimos.