Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, obispo Diócesis San José de Temuco
En estos días la hermana lluvia nos ha visitado con mucha intensidad, y se ha dejado caer sobre la hermana tierra, para hacerla más fecundada y fértil. Estas fuertes lluvias, también han venido a purificar nuestra tierra chilena, y a lavarnos de nuestras muchas faltas, que aún permanecen vivas en la mente y en los corazones de muchos compatriotas.
En un mundo que parece tan hostil a la tradición, reactualizamos hoy, los chilenos, una que es muy bella y muy nuestra: darle gracias a Dios por Chile (Homilía del cardenal Silva Henríquez, año 1974). Frente a esta cultura de la venganza sin límites, donde en muy pocos años el malestar ha ido creciendo en el interior de nuestra Patria y ha ido provocando conflictos y enfrentamientos cada vez más desgarradores y dolorosos, y en donde la situación política y social de Chile se está volviendo cada vez más difícil a causa de la lucha por el poder, fácilmente se califica de enemigo al que no piensa igual que yo. Al final, consideramos enemigos a los que no son de los nuestros, de nuestra cultura, nuestra raza o religión, de nuestro partido.
Por eso, Jesús canta el perdón sin límites entre sus seguidores en el Evangelio de San Mateo (18,21-35) proclamado en todas misas de este domingo. Cuando estamos viviendo las vísperas del 18 de septiembre, les invito a rezar por nuestra querida patria. Atendiendo a lo que Jesús nos invita, superar la cadena de acción y reacción; es una ilusión el creer que se va a vencer el mal con el mal. Nuestra vocación de bautizados se resume en perdonar y amar sin excluir a nadie, según el ejemplo que nos ha dado Jesús; es una tarea para toda la vida.
En este Mes de la Patria, estamos llamados a contemplar nuestra común historia, en su pasado, presente y futuro, manifestando: Que es oportuno y conveniente dar pasos, aceptar y poner en práctica estas enseñanzas que nos propone Jesús; la de perdonar a los demás, como Dios nos perdona a nosotros; tener un corazón compasivo, como Dios nos ha abierto el suyo; no juzgar ni condenar, no guardar rencor, actuando con generosidad y magnanimidad, como Dios lo ha sido con nosotros.
Como chilenos, tenemos que ser capaces de darle un sentido nuevo a nuestra Patria, eliminar las estructuras caducas que dañan la conciencia nacional. Por tanto, les invito a todos ustedes, mis hermanos y hermanas, que habitan esta tierra bendita llamada Chile, a buscar caminos de reconciliación y de paz para hacer de nuestro país, una gran nación de hermanos, donde reine la justicia y la paz. Este es uno de los desafíos actuales de nuestro país: La paz como fruto de la justicia, erradicar la violencia física y verbal, su construcción mediante una sana convivencia ciudadana y amistad cívica, un diálogo social que propicie el bien de las personas, el respeto a la dignidad y a los derechos de cada ciudadano, encuentran en esta Palabra del Señor su orientación definitiva, como el más límpido testimonio de su propia vida que nos diera Jesús y de tantas hermanas y hermanos que han hecho del amor a Dios y a los semejantes, motivo de su existencia. En efecto, la paz interior sólo es posible cuando hay una real disposición a perdonar, pues los sentimientos de rencor y los deseos de venganza no le permiten a nadie vivir en una relación sosegada consigo mismo ni con los demás. Y en el ámbito social, la paz sólo puede darse mediante una real voluntad de reconciliación.
Que la oración del Solemne Te Deum, que haremos, en comunión con algunas iglesias cristianas el día de mañana, nos ayude a buscar caminos de concordia y unidad. Por eso, invito a todos los creyentes a orar por nuestro país, pidiendo al Señor el don de la reconciliación, mientras asumimos con más generosidad el trabajo cotidiano por la paz. Por eso necesitamos urgentemente testigos de Jesús, que anuncien con palabra firme su Evangelio y que contagien con corazón humilde su paz, y que vivamos perdonando y curando esta obcecación enfermiza que ha penetrado en nuestra Patria querida.
Les deseo de corazón unas ¡Felices Fiestas Patrias!