Continúan las catequesis sobre los sacramentos. Los religiosos son servidores y los matrimonios construyan la familia sobre la roca de la Palabra de Dios
[dropcap]U[/dropcap]na repleta plaza de San Pedro ha recibido al Santo Padre bajo una leve lluvia con la que ha amanecido esta mañana Roma. A pesar de haber entrado la primavera, las temperaturas siguen siendo bajas pero siguen sin ser impedimento para que miles de fieles se dirijan hasta la plaza para escuchar y saludar a Francisco. Durante más de media hora, el Papa ha paseado con el jeep descubierto entre los pasillos para saludar e intercambiar unas breves palabras con los peregrinos allí presentes. Los más afortunados, siempre los niños, eran llevados hasta sus brazos para recibir la bendición. A medida que avanzaba la audiencia la lluvia comenzó a tener más fuerza, lo que hizo que toda la plaza quedara cubierta por los coloridos paraguas que protegían a los fieles del agua. Por eso, el Papa -como ya ha hecho en otras ocasiones- ha agradecido a los presentes su valentía por permanecer allí a pesar de la lluvia.Entre los presentes hoy en la plaza estaban un grupo de inmigrantes latinoamericanos que residen en EEUU. Esta delegación ha entregado al papa Francisco una carta en la que le solicitan su mediación para que el presidente Obama detenga las extradiciones de personas ‘sin papeles’, mientas el Congreso estudia una reforma migratoria. En la entrevista conecida ayer, el padre Marco Mercado, encargado para atender a la comunidad hispana por el cardenal de Chicago, Francis Eugene George, explicó que «los deportables son 2,2 millones mientras 11,5 millones es el total de personas indocumentadas que tenemos en Estados Unidos”.
Esta mañana, el Santo Padre ha continuado la serie de catequesis dedicadas a los sacramentos. Tras haber hablado sobre el bautismo, la comunión, la confirmación, la confesión y la unción de enfermos, hoy Francisco ha reflexionado sobre el orden sacerdotal.
En el resumen hecho en español el Santo Padre ha dicho:
«La catequesis de hoy está centrada en el sacramento del Orden, que comprende el episcopado, el presbiterado y el diaconado.
¿Qué significa esto concretamente en las vidas de quienes que son ordenados? Quienes son ordenados son puestos a la cabeza de la comunidad como servidores, como lo hizo y lo enseñó Jesús. El obispo, sacerdote y el diácono están al servicio de la comunidad, si no lo hacen no está bien.
El sacramento les ayuda también a amar apasionadamente a la Iglesia, dedicando todo su ser y su amor a la comunidad, que no la han de considerar de su propiedad. Ni el obispos es el propietario de su diócesis, ni el sacerdote es el propietario de su parroquia, ni el diácono de su diaconía. Es propiedad del Señor, a la cual tienen que servir.
Y por último, han de procurar reavivar el don recibido en el sacramento, por la oración. Cuando no se alimenta el ministerio ordenado con la oración, la escucha de la Palabra, la celebración cotidiana de la Eucaristía y la recepción frecuente del sacramento de la Penitencia se termina perdiendo el sentido auténtico del propio servicio y la alegría que deriva de una profunda comunión con el Señor».
A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española, «en particular a los grupos provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos» y les ha invitado a todos a rezar al Señor por los ministros ordenados de su Iglesia, en particular por aquellos que se encuentran en dificultad o que necesitan recuperar el valor y la frescura de su vocación. Pidamos también para que no falten nunca en nuestras comunidades pastores auténticos, según el Corazón de Cristo».
Tras los saludos en todas las lenguas, para concluir, el Santo Padre ha dirigido un pensamiento especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. «Ayer celebramos la Solemnidad de la Anunciación del Señor a la Virgen María. Queridos jóvenes, particularmente los scouts presentes, ponernos en escucha de la voluntad de Dios como María; queridos enfermos, no os desaniméis en los momentos más difíciles sabiendo que el Señor no da una cruz superior a las propias fuerzas; y vosotros, queridos recién casados, edificad vuestra vida matrimonial sobre la roca firme de la Palabra de Dios».