El Pbro. Juan Andrés Basly Erices, administrador diocesano, se refiere en su columna dominical publicada en el diario Austral de la ciudad de Temuco, a la celebración de este día, “Hoy es la fiesta de todos los que creemos en Jesús, fiesta grande, fiesta universal, fiesta de la Humanidad, pero hay que “mirar al cielo” y descubrir la estrella “para llenarnos de alegría”.
Como pasa el tiempo, hace solo dos semanas celebramos Nochebuena y la Natividad de nuestro Señor, en comunión con toda la Iglesia universal. En estas celebraciones, hemos acogido el gran don del Padre: su Hijo Jesús.
El domingo pasado -01 de enero- celebramos la solemnidad de “Santa María, Madre de Dios” y la 56 Jornada Mundial de la Paz, bajo el lema que propusiera el Papa Francisco: “Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz” (www.vatican.va).Es en este clima de alegría y esperanza, que vivimos este domingo la solemnidad de la Epifanía del Señor. Mañana -lunes 9 de enero- con la memoria de su bautismo, finaliza el tiempo litúrgico de Navidad. Los textos bíblicos que acogemos en estos días, nos ayudan en gran medida para entrar más profundamente a contemplar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios.
Hoy celebramos la Epifanía del Señor, la palabra Epifanía es de origen griego y se traduce como manifestación. En Occidente recordamos la visita de los Reyes Magos: a través de este acontecimiento, el Señor se “manifiesta” a los paganos, y por lo tanto, al mundo. En las Iglesias orientales, esta solemnidad subraya la “manifestación” trinitaria durante el Bautismo de Jesús en el Jordán. Si en el centro del día de Navidad está el nacimiento del Niño, en la Epifanía se destaca que este Niño pobre y débil es el Rey Mesías, el Señor del mundo.
Con la Epifanía se cumple la profecía de Isaías que la liturgia ha elegido como primera lectura: “Levántate y revístete de luz, porque tu luz está llegando” (Is 60,1ss), como si dijera: no te cierres, no te desanimes, no te quedes preso de tus convicciones, no te desmoralices, reacciona, ¡mira hacia arriba! Como los Reyes Magos, mira las estrellas y encontrarás a “la estrella” Jesús.
La Epifanía manifiesta a Jesús y a los corazones. La Epifanía no sólo manifiesta a Jesús, el Hijo de Dios, sino que revela los corazones, mostrando que el Salvador puede ser acogido (como hicieron los pastores y los Magos) y también rechazado (Herodes). En cada uno de nosotros hay una parte que es como los Reyes Magos y otra que es como Herodes: hay una parte de nosotros que siempre está dispuesta a ponerse en camino, a conocer y comprender, a crecer y mejorar, a superarse; pero también hay un Herodes que siempre está dispuesto a destruir los sueños y las esperanzas.
A los primeros a quienes Dios se manifestó en el nacimiento de su Hijo, fueron los más humildes de Israel, a los pastores que pasaban la noche en vela al cuidado de sus rebaños, en las palabras del ángel: “Hoy les ha nacido en la ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor” (Lc 2,11). Ahora convoca, por la luz de su estrella, a hombres sabios de otros pueblos que lo buscan preguntando: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos su estrella en el oriente y venimos a adorarle” (Mt 2,2). La sencillez del homenaje de los pastores (cfr. Lc 2,15-29), se suma la magnificencia de la adoración de los sabios. Los presentes ofrecidos en el modesto recinto, son regalos para la realeza… “oro, incienso y mirra” (Mt 2, 11)”.
Ahora nos toca a nosotros convertirnos en estrellas para los demás, nos toca iluminar nuestro mundo y hacer que la luz de Cristo esté presente en nuestra familia y en nuestra iglesia. Feliz día de Reyes.