“El compromiso de Dios por nosotros que nos recuerda esta fiesta de Navidad nos llama a interesarnos e ir en ayuda de los que necesitan de nosotros, no sólo con cosas materiales que les podemos compartir, sino dándonos nosotros mismos”, señala el Pbro. Leonardo Villagrán Santana, miembro Colegio de Consultores, en la columna dominical del domingo 25 de diciembre.
Se escucha en estos días un especial saludo: “Feliz Navidad”, que no es simplemente el saludo por un día de fiesta cualquiera. La felicidad tiene una razón concreta que se expresa en el término “Navidad”, ya que no es simplemente una fiesta para pasarlo bien o estar unidos. El término “Navidad” nos recuerda la razón de esta fiesta y que en el evangelio según San Lucas es proclamada a los pastores de Belén:«les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc2, 11). Él viene a cumplir las promesas de Dios, viene con sus palabras y acciones a mostrarnos el camino hacia el Padre, viene a darnos nueva vida con su Muerte y Resurrección, viene a compartir nuestras alegrías y tristezas, nuestros gozos y esperanzas.
La Navidad nos sitúa ante Él y resuenan esas preguntas que nos decía el Papa Benedicto XVI: «… ¿quién está listo para abrirle las puertas del corazón? Cristo viene a traernos la luz también a nosotros, también a nosotros viene a darnos la paz…¿Quién tiene tiempo para escuchar su palabra y dejarse envolver por su amor fascinante?». No es verdaderamente Navidad, si no le abrimos las puertas a Cristo y nos dejamos envolver en su amor traduciendo en nuestros gestos y palabras su presencia en nosotros.
Cuando recordamos navidades pasadas, probablemente lo que recordamos con cariño no es el regalo que recibimos o lo que comimos o bebimos, sino las personas con las que compartimos. Hoy, quizás los rostros son distintos, pero sentimos el llamado a aprovechar nuestro tiempo con las personas que queremos y a enseñar a las nuevas generaciones que los regalos más hermosos que podemos dar son nuestro amor y nuestro tiempo. Como dice una propaganda que se escucha en estos días, los mejores regalos no vienen envueltos. Los mejores regalos somos nosotros, los mejores regalos son las personas que nos rodean. Si acogemos a Jesús, que su vida fue entrega de amor a los demás, nuestra vida debe ser ofrenda a los demás. Y si somos interpelados a dar amor a nuestros cercanos, no podemos desentendernos de los que quizás no son parte de nuestras familias o de nuestro círculo de amistades, y que pasan necesidades económicas o están solos o tristes. El compromiso de Dios por nosotros que nos recuerda esta fiesta de Navidad nos llama a interesarnos e ir en ayuda de los que necesitan de nosotros, no sólo con cosas materiales que les podemos compartir, sino dándonos nosotros mismos. Feliz Navidad.