Diócesis de Temuco

“Fútbol y educación integral”  en palabras de Monseñor Vargas

El Obispo de la Diócesis San José de Temuco, monseñor Héctor Vargas Bastidas, se refiere a esta práctica deportiva y sus positivos beneficios en el desarrollo integral de cada ser humano, mensajes en su columna dominical del 22 de noviembre en el Diario Austral de la ciudad de Temuco.

Las eliminatorias en vista al próximo mundial de fútbol, nos ofrece la ocasión de relevar el deporte como un instrumento válido para el crecimiento integral de la persona humana. En efecto, la práctica deportiva estimula un sano espíritu de superación de nosotros mismos y de nuestros egoísmos, entrena el espíritu de sacrificio y si está bien orientado, favorece la lealtad en las relaciones interpersonales, la amistad y el respeto a las normas. Urge por ello favorecer su función educativa, conscientes de la gran necesidad de formar personas motivadas por la rectitud, el rigor moral y el vivo sentido de la responsabilidad. Implica proponer, especialmente a las jóvenes generaciones, itinerarios deportivos de formación por la paz, al compartir y a la convivencia entre los pueblos. La actividad deportiva está llamada a unir, no dividir!. A construir puentes, y no muros!

Por esto es importante que cuantos se ocupan de este ámbito, promuevan aquellos valores humanos y religiosos que están en las bases de una sociedad más justa y solidaria. Y esto es posible, porque el lenguaje del deporte es universal, ya que traspasa fronteras, lenguas, razas, religiones e ideologías, y posee una capacidad de unir a las personas, favoreciendo así el diálogo y la acogida. Incluso los cinco anillos entrelazados, que son símbolo y bandera de los Juegos Olímpicos representan el espíritu de fraternidad que debe caracterizar las competiciones deportivas en general.

Francisco afirma que cuando el deporte viene considerado únicamente en conformidad a los parámetros económicos o de persecución de la victoria a toda costa, se corre el peligro de reducir a los atletas a una mera mercancía lucrativa. Los mismos jugadores entran en un mecanismo que los arrastra, pierden el verdadero sentido de su actividad, esa alegría de jugar que les atraía de niños y que les empujó a hacer tantos sacrificios para convertirse en campeones. El deporte es armonía, pero si prevalece una búsqueda desmedida del dinero y del éxito, esta armonía se interrumpe.

Si la Iglesia se preocupa por la práctica deportiva, es porque antes que nada se interesa por el bienestar físico y espiritual del ser humano, porque lo concibe como una unidad, no compuesta de partes aisladas e independientes, sino de realidades unidas, que interactúan y se influencian permanentemente. La visión cristiana del ser humano busca ser integral, evitando cualquier reduccionismo antropológico.