En esta Semana Santa, en la noche del miércoles Santo, se celebró la Misa Crismal, Día Sagrado, en que nuestro Señor Jesucristo instituyó el más grande de los sacramentos, la Santísima Eucaristía y también el Sacerdocio Ministerial y nos legó el mandamiento de la caridad fraterna.
En esta celebración eucarística que manifiesta la unidad del presbítero con su Obispo, se inició con el acto de la inauguración del Año Eucarístico, instancia donde el canciller Pbro. Carlos Hernández Cordero, dio lectura y posterior firma del decreto respectivo.
Posteriormente, monseñor Héctor Vargas Bastidas, señaló en su homilía que: “Les agradecemos que hayan decidido acompañar con cariño a sus queridos pastores en el día de la renovación de sus promesas sacerdotales, en que bendeciremos los santos óleos para la santificación del pueblo de Dios. Es una ocasión privilegiada que me permite ofrecer una sencilla reflexión acerca de la identidad y espiritualidad del sacerdote”.
Agregó: “En virtud del sacramento del Orden, el presbítero puede entrar en contacto con el Yo de Jesús y, en su nombre, habla y actúa, prolongando los gestos salvíficos del Señor, especialmente anunciar la Palabra, partir el pan de la Vida y perdonar los pecados. En síntesis, y con palabras de Benedicto XVI, podemos decir que “el sacerdote recibe su nombre, su propia identidad de Cristo. Todo lo que hace lo hace en nombre suyo (…)En este misterio de comunión e identificación con Cristo y el Padre Dios, el sacerdote encuentra y cultiva la espiritualidad propia y específica del propio estado de vida, la oración y la misión apostólica, es decir su forma peculiar de vivir en presencia de Dios y de permanecer en Cristo”.
Monseñor Vargas, manifestó que el presbítero no es miembro activo de una ONG poderosa y eficiente: ” Es un discípulo y un apóstol del Señor Jesús, que, como Jesús, se da y se entrega, haciendo verdad en la vida de cada día lo que celebra en el misterio eucarístico, una vida entregada y una sangre derramada.”
Puntualizó en que la caridad pastoral se revela, como el centro y el motor de la vida y misión del presbítero: “Como la fuente y la expresión más genuina de su identidad y de su espiritualidad. La caridad de Cristo es la causa por la cual el presbítero vive, porque esa es la causa de Cristo (…)La caridad pastoral, es la gracia que unifica los horizontes de vida del presbítero, colabora en su maduración humana y de configuración con Cristo Pastor, para responder adecuadamente a las exigencias siempre nuevas de la evangelización.”
Al referirse sobre los grandes desafíos de la cultura actual a esta misión sacerdotal, planteó que: “Es necesario convencerse que el mundo que cambia, no es sólo un obstáculo, sino también una oportunidad de evangelización y actuar coherentemente (…) No cabe duda que en la persona del sacerdote recae una especial responsabilidad de promover y animar la praxis y la espiritualidad de la comunión en la experiencia de su vida y en su misión apostólica. Comunión con el Obispo y los propios hermanos en el Presbiterio”.
Finalmente, les expresó su agradecimiento por: “Su generoso testimonio de servicio, en medio de la porción del Pueblo Santo de Dios que se les ha confiado, como la invaluable ayuda que cada día ofrecen a mi labor episcopal. Les invito, a su vez, a que llevemos adelante nuestra vida y ministerio con una confianza fundada en la certeza de la fe, que ubica al pastor en la verdadera perspectiva de su misión, liberándolo de la exaltación triunfalista de los éxitos y de la depresión propia de las pruebas y de las derrotas. Confianza que nos ayuda a vivir en la esperanza que no defrauda, en una Iglesia que sabe de aguante, largas esperas y martirio, y permanecer en una serena alegría que brota de la paz que sólo Dios sabe dar. La Iglesia y el sacerdocio le pertenecen al Señor. Su futuro está en sus manos”.
Renovación de las Promesas Sacerdotales
El Obispo invitó a los sacerdotes a renovar las promesas de su sacerdocio, donde reafirmaron su compromiso que asumieron al ser llamados al Orden Sagrado. Luego, se presentaron los Santos Oleos al Obispo, Óleo de los Enfermos, Óleo de los Catecúmenos y el Santo Crisma.
Finalmente, con motivo del cierre de los 50 años del Diaconado Permanente, el Pastor Diocesano, Monseñor Hector Vargas Bastidas, realizó un gesto de gratitud y de reconocimiento a los diáconos permanentes, por su labor en favor del Pueblo Santo de Dios, signo de la estrecha comunión y colaboración con el obispo, en quien reside la plenitud del sacramento del orden.