El Pbro. Juan Andrés Basly Erices, Administrador Diocesano, en este tercer domingo de noviembre, se refiere en su columna dominical, publicada en el Diario Austral de Temuco, sobre la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. «Cerramos el año litúrgico con la celebración de Cristo Rey, celebración que sirve de bisagra entre el final del presente ciclo, al que pone el broche, y el nuevo que se abre».
La clave de esta celebración se encuentra en la comprensión que tengamos de este título de Rey, pues esta comprensión marcará nuestra perspectiva y balance de lo vivido como cristianos a lo largo del año anterior. Y, eso es lo que vivimos el día de ayer sábado en la “Asamblea Diocesana de Pastoral” más 670 agentes pastorales, sacerdotes, diáconos, religiosas y fieles laicos , venidos de toda la diócesis expresaron su amor y compromiso al Jesucristo Rey del Universo, Fue una jornada marcado, por la alegría, la fe y la esperanza.
Esta Asamblea es fruto del trabajo de las 5 Asambleas realizadas por los distintos decanatos, que han hecho un trabajo de discernimiento valioso, que nos marcará nuestra vida pastoral y nos dará nuevas expectativas con respecto al futuro que se abre.
Cuando miramos la historia, vemos que ha habido grandes imperios con grandes líderes: los asirios, los babilonios, los persas, los egipcios, los griegos, los romanos… Sin embargo, todos ellos han caído. Ellos han tenido un momento de gloria y poder, pero luego se han degradado y han terminado en tragedias y sangre, guerras, violencia y crueldad. Así son los reinos de este mundo: pasan y desaparecen.
Nos preguntamos: ¿no habrá un reino que permanezca? Queremos dedicar nuestra vida a un proyecto que permanezca, no uno que luego desaparecerá. Queremos que nuestro pasar por el mundo permanezca y trascienda. A esto responde el evangelio de hoy, indica un reino que permanece para siempre: el reino de Jesús de Nazaret. A él vale la pena unir la propia vida.
El texto de hoy, (Lc 23, 35-43) habla de la entronización de Cristo como rey. De este trono no será destronado. Pasarán los otros reinos, pero el de Cristo no. El lugar no es un palacio, sino el calvario. El trono es una cruz. Los reyes vestían de púrpura, este rey está desnudo. Su corte son dos ladrones crucificados con él. La corona es de espinas. A los pies de la cruz, del trono, están el pueblo perplejo, los jefes, quienes pertenecen al mundo antiguo y los soldados que obedecen. Cristo no hace el milagro de bajarse de la cruz, pues les hubiera mostrado un Dios poderoso, como el que ellos creían. El Dios de Jesús no es el dominador, sino el servidor, que se manifiesta de manera especial en la cruz. Y es precisamente a este mismo Jesús crucificado a quien reconocemos como Señor Rey del universo. Ojalá tengamos la claridad suficiente para comprender que la propuesta de Jesús Rey, que nos enseña que nuestra autoridad, no puede basarse en el “piensa en ti mismo”, sino justo lo contrario: piensa en los demás. Esto es lo que en definitiva permanece, cuando Jesús responde a Pilato ¡YO SOY REY. PERO NO PARA QUE ME SIRVAN SINO PARA SERVIR! ¿Se parece en algo el reino de Jesús al de este mundo? Y a mí, ¿cómo me gustaría reinar?