Diócesis de Temuco

Jóvenes, son esperanza para Chile y nuestra región

Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, OFM, Obispo de Temuco

Durante la última semana de enero, alrededor de 5.000 jóvenes provenientes de todos los rincones de Chile, incluidos jóvenes de nuestra Diócesis “San José” de Temuco y de nuestra región de La Araucanía, se reunieron en una inédita Jornada Nacional de la Juventud en la ciudad de La Serena, un evento que se enmarca en el inicio del Jubileo convocado por el Papa Francisco, y un hito en la historia de la Iglesia católica chilena, pues se trata de uno de los eventos más grandes de este tipo desde el Encuentro Continental de Jóvenes que se realizó en Chile en el año 1998.

Esto nos permite ver y experimentar con alegría que los jóvenes están y existen, cuando se les ofrece un espacio de participación y compromiso, con el Señor, con la Iglesia y con la sociedad actual; en dicho encuentro, ellos rezaron, participaron en la Eucaristía, cantaron y alabaron al Creador, en un espíritu fraterno. Además, tuvieron experiencia de misión y acciones ecológicas de cuidado de la creación.

Las calles de La Serena y de Coquimbo se llenaron de colores, fe, alegría y solidaridad con la presencia de estos jóvenes, quienes dejaron demostrado que no son el futuro de la Iglesia ni del mundo, sino que son el presente, el ahora de Dios, y que quieren ser protagonistas de una sociedad más justa, sin violencia; fraterna, menos egoísta y más solidaria, llevando esperanza donde ésta se ha perdido.

Se evidencia, que el corazón de los jóvenes está necesitado, deseoso de trascendencia, de alegría verdadera, de entusiasmo, de sueños y de amor compartido. Esta motivación y experiencia vivida no podemos desaprovecharla. Como nos recuerda el Evangelio del Domingo, en la Fiesta de la Presentación del Señor: “El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él” (Lucas 2,40). Nosotros como ciudadanos, la Iglesia y la sociedad en general debemos asumir esta responsabilidad y compromiso maduro de nuestros jóvenes; escuchándolos y abriendo espacios concretos de participación y responsabilidad común en la construcción de un país y región más humana y sensible a la presencia de Dios y a las necesidades de los hermanos.

Los jóvenes son el testimonio vivo de que Jesús sigue actuando en nuestro tiempo, llamando y enviando a hombres y mujeres a vivir y anunciar su Buena Nueva. Ante las desesperanzas y dolores de nuestro país y región, ellos son el reflejo de una Iglesia viva y con rostro joven, testigos y peregrinos de esperanza para nuestra sociedad.