El Obispo diocesano, monseñor Héctor Vargas Bastidas, ahonda la situación actual de la familia y las repercusiones de esta pandemia. Dicha publicación fue dada a conocer en el Diario Austral de la ciudad de Temuco, el domingo 27 de diciembre.
En este momento de la historia, marcado por la crisis ecológica y por los graves desequilibrios económicos y sociales, agravados por la pandemia del coronavirus, necesitamos más que nunca el amor. Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da Jesús. Por eso la Navidad que vivimos, debe ser para todos una oportunidad para redescubrir la familia como cuna de vida y de fe; un lugar de amor que acoge, de diálogo, de perdón, de solidaridad fraterna y de alegría compartida, fuente de paz, que son los mejores antídotos contra el odio, el resentimiento, los prejuicios y la venganza que envenenan la vida de las personas y las sociedades.
Al querer que su Hijo naciera en una familia, Dios quiere que cada una de ellas sea un faro que irradie la alegría de su amor en el mundo, y éste, concretizado en acciones de fraternidad, y desde allí expandirse por toda la sociedad, más allá de la etnia, religión, lengua o cultura. Porque la verdadera alegría, viene de la armonía profunda entre las personas que todos experimentan en su corazón, y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenernos mutuamente en el camino de la vida.
Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, crearon a la humanidad a su imagen para hacerla partícipe de su amor, para que fuera una “familia de familias” y gozara de esa paz que solo él puede dar, pues en la familia siempre se puede encontrar a Jesús. Él vive allí, en simplicidad y pobreza, como lo hizo en la casa de la Sagrada Familia de Nazaret, cuya fiesta celebramos hoy. Así las familias, con su testimonio del Evangelio, pueden ayudar a Dios a realizar su sueño de contribuir a acercar a todos los hijos de Dios, para que crezcan en la unidad y aprendan qué significa para el mundo entero vivir en paz como una gran familia.
De este modo, apoyar y proteger a la familia para que eduque a la solidaridad y al respeto, es un paso decisivo para caminar hacia una sociedad más equitativa y humana. El verdadero vínculo es siempre con el Señor. Todas las familias, tienen necesidad de Dios, ¡todas! Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Cuando la familia reza unida, el vínculo se hace fuerte. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!”