Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, OFM, Obispo Diócesis San José de Temuco
Los primeros cristianos y nosotros creemos que el mismo Crucificado ha vencido a la muerte y ha entrado en la plenitud de la vida. Pedro así lo proclama en Pentecostés desde el seno de la primitiva comunidad: «A este Jesús de Nazaret, que, motivado por el amor, pasó por el mundo haciendo el bien hasta entregar la propia vida por los demás, … Dios le ha resucitado» (cfr. Hech 10, 34 – 42. Jesucristo resucitado «ya no muere más».
Para Pablo, la resurrección de Jesús es una primicia abierta a toda la humanidad (cfr. 1Cor 15, 12 – 22; Col 1, 18). “Es como el sí a ese anhelo de inmortalidad al que tratan de responder las religiones y las filosofías con la hipótesis de supervivencia después de la muerte”. La gran novedad del Evangelio es la presencia del Dios Amor que nos sostiene en nuestro peregrinar y que es más fuerte que la muerte.
Esa realidad nueva, que calza perfectamente con los anhelos y esperanzas profundas del ser humano, Jesús, el Hijo de Dios e hijo de María, lo hace historia y lo ofrece generosamente a todos. Desde que Él llega a este mundo, en Belén, y muere en la Cruz y resucitó en Jerusalén, comienza un tiempo nuevo. Jesucristo pasa a ser parte de nuestra realidad más profunda, sosteniendo, impulsando, dando vida a nuestra existencia, como lo hace la levadura en la masa.
Cada vez que damos cabida a lo nuevo ofrecido por Dios, y hacemos lo que Jesús hizo, estamos en esa corriente de vida iniciada por Él. Todo aquel que hace el bien, que se entrega a los demás, en especial por los más pobres y más débiles, que trata bien a los demás, a las demás creaturas y a toda la creación, que entrega amor y esperanza a los demás, que tiende la mano al que está caído, que trabaja por la paz, que prefiere el diálogo para enfrentar los problemas, que perdona, que agradece, “ya está resucitando” y “está en camino hacia esa plenitud de vida, sin muerte”.
¡Feliz Pascua de Resurrección!