Hemos vivido un primer semestre lleno de incertidumbre y temor, pero también nos hemos podido maravillar con el poder de la oración y la generosidad de muchos.
Son miles los que se han levantado de su dolor para donarse a otros, tender una mano de alivio y sanar heridas del alma.
La Iglesia tanto en Chile como en el mundo, no ha descansado estos meses. Primero adaptándose a la nueva forma de llegar a los fieles a través de los celulares y las redes sociales y: en segundo lugar, llevando ayuda solidaria con la que ha buscado paliar las graves consecuencias que la cuarentena ha dejado en las familias.
La Iglesia entró a nuestras casas e hizo de cada hogar una Iglesia doméstica. Ya que no podemos acudir a Misa, a catecismo o a la escuela, buscó modos de estar presente y no dejar de lado nuestra preparación. Y es así que seguimos la Misa con fervor desde nuestros domicilios, esperando muy pronto volver, con los debidos resguardos, a asistir a la Iglesia.
En países más lejanos, como Burkina Faso, Etiopía o la República Democrática del Congo, los religiosos allí presentes han vivido situaciones similares a las nuestras, pero con menos acceso a las redes sociales, los materiales de higiene, el agua potable y la comida.
Son poblaciones muy pobres donde se vive al día y en la mayoría de las veces cuentan con la ayuda exterior para sus necesidades básicas. Hoy todo ello se ha puesto a prueba y el ingenio ha logrado milagros. Las hermanas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, se han organizado para confeccionar mascarillas, muchas de ellas con las telas tradicionales, ya que no cuentan con otros insumos. El alcohol gel y el jabón también se hacen en casa y todo ello se reparte entre las comunidades para proteger a adultos y niños. En los lugares más aislados, no hay hospitales, doctores y personal de salud, camas de emergencia o respiradores que atiendan; por lo que más que nunca, la protección es la principal medida de cuidado.
Una situación similar se está viviendo más cerca nuestro, en la diócesis de Juína, Brasil, en pleno Matto Grosso. El padre Jeferson Slussarek ha escrito recientemente a ACN: “Mi parroquia está compuesta por comunidades que viven en las orillas de varios ríos. Para esta gente es una gran alegría que pueda acompañarles y llevarles a Cristo Eucarístía, celebrando juntos la presencia de Dios entre nosotros”. A veces el acceso a estas comunidades es muy difícil, porque hay que hacer decenas de kilómetros en barco. Ahora con el coronavirus, que también está presente en esta zona y otras áreas amazónicas, hay que extremar las precauciones. No obstante, la Iglesia no desiste en acompañar la vida de las comunidades más remotas y necesitadas.
El obispo de Juína, Mons. Neri José Tondello agradece el apoyo ofrecido a sus sacerdotes: “No podemos abrir las iglesias pero seguimos estando cerca de la gente, ofreciendo esperanza. El seminario menor San José, además de ser seminario, en tiempos de pandemia, asume de casa de la caridad. Todos los días se ofrecen 40 comidas para los pobres que viven en la calle. Los sacerdotes del mañana necesitan experimentar la pobreza en el proceso formativo.
Y desde la lejana Siberia el padre El p. Daniil Radko, nos confidencia que extraña a sus fieles y trata de mantener contacto telefónico con ellos. “En estos días de separación física de la parroquia”, comenta el sacerdote, “siento especialmente una unidad espiritual con la Iglesia, con mi parroquia local y con las personas con las que estoy conectado de manera eucarística. Rezo por los que sufren. Rezo especialmente por las intenciones que se me han dado. Rezo por los benefactores. Estoy seguro de que rezando juntos lograremos la unidad de la Iglesia en el mundo”.
Como ellos son muchos los sacerdotes que extrañan el contacto directo con los fieles, acompañarlos y prestarles consejo y compañía en estos momentos de incertidumbre. Ellos saben que la oración los mantiene unidos.
Ayuda a la Iglesia que Sufre ha estado pendiente de todos ellos y ha creado nuevos proyectos de ayuda para que puedan seguir sirviendo a los más necesitados. La generosidad de muchos hace posible este milagro y cuida a cada uno de los hijos de Dios, repartidos por el mundo. Si quieres conocer más testimonios sobre la “Iglesia en tiempos de coronavirus” visita www.acn-chile.org