Hace prácticamente un año el Papa Francisco invitaba a toda la Iglesia a sumergirse en un tiempo de misericordia, tiempo en el cual el perdón no era la única vía para experimentar el amor misericordioso de Dios, sino, comenzar a redescubrir y reorientarnos en las coordenadas de lo que debe ser la misericordia en la vida de todos los creyentes del mundo entero; por ello, me atrevo a ocupar el término “revolución” como una verdadera puesta en marcha de la pedagogía del perdón, de la eficacia del amor y la efectividad de las obras de misericordia, las cuales no son meros tratados de acciones frías o vacías, sino la resultante de un proceso de conversión personal y eclesial. Esto es lo que durante este Año Santo Extraordinario, el Papa nos ha querido indicar, para revitalizar a toda la comunidad eclesial a un cambio profundo y significativo. Todo esto no se puede entender sino desde nuestra propia fragilidad, nuestro propio pecado, que se redime y se reviste de la misericordia de Dios, como concluye el Papa en el documento post Jubilar: “Misericordia et Misera”.
Un Año marcado por signos concretos
Es muy significativo algunos signos y gestos que durante este tiempo de Gracia pudimos experimentar, algunos de ellos inéditos en la disciplina y tradición de nuestra bimilenaria Iglesia; se puede destacar la convocatoria a un “Jubileo de la Misericordia”, más aun de carácter extraordinario, en el cual, se abrieron no sólo las tradicionales “Puertas Santas” de Roma, sino todo el mundo se transformó, por así decirlo en una gran Puerta de la Misericordia y poder así hacer cercano el tiempo de perdón a todos los católicos, entre ellos: los perseguidos, los enfermos, los más postergados, los que no hubiesen podido jamás ir en peregrinación a Roma; vale decir, Francisco una vez más nos demostró, lo significativo de una Iglesia en salida, abierta a las necesidades de todos, que no desea dejar fuera a nadie. Otro aspecto de no menor importancia es la posibilidad de experimentar por todos los medios, en todas las formas establecidas posibles la dimensión del perdón Sacramental; al mundo entero se enviaron misioneros de la misericordia con todas las facultades para absolver los distintos pecados, aun los reservados, pudiendo así hacer factible el perdón que muchos y muchas necesitan para tener una vida de fe más arraigada en Cristo. El Santo Padre, en este mismo ámbito, estableció que todos los sacerdotes pudieran absolver el pecado del aborto, el cual estaba reservado sólo al obispo diocesano; con ello, no podemos hacer un ejercicio superficial de todo esto, debemos tener mirada misericordiosa y juicio maduro, para comprender que Dios aborrece el pecado, pero jamás odiará al pecador; sólo desde ahí podemos comprender todas las facultades y novedades que el Jubileo nos trajo, como un verdadero tesoro para la vida de quienes creemos en la manifestación del Reino de Dios y su Justicia.
El Jubileo en nuestra Diócesis
Invitados por el Papa, cada diócesis de Chile, comenzando por sus Iglesias Catedrales, abrieron sus puertas santas, por las cuales muchas comunidades acogieron la invitación a prepararse y vivir así un tiempo particularmente especial. Es así como en nuestra Iglesia San José de Temuco, dos lugares fueron significativos: El Templo Catedral, que estuvo cada día acogiendo a los miles de fieles que visitan para hacer oración; de igual modo la parroquia más antigua de la Diócesis bajo el título de la Inmaculada Concepción en la ciudad de Angol, abrió su Puerta de la Misericordia para recibir a cuanto peregrino de distintos lugares se sintiera con la necesidad de experimentar el amor de Dios que se escribe con letras de misericordia.
Cada templo jubilar fue el escenario para recibir a las distintas parroquias, colegios o movimientos, quienes peregrinaron para recibir la indulgencia jubilar, orar por el Santo Padre, confesarse y celebrar la Eucaristía; sin duda, estos momentos fueron verdaderos tesoros para la riqueza de nuestras comunidades, pues, nos habla de una iglesia peregrina, caminante y de comunión.
Frutos del jubileo para nuestra Iglesia
Lo más destacable de este tiempo, es saber discernir los frutos que el Jubileo nos debe dejar para la vitalidad de las unidades pastorales y para nuestra vida de fe. Por ello, es necesario analizar algunos frutos que deberían comenzar a ser beneficiosos en las vidas de las parroquias y movimientos: un primer fruto importante, es destacar que nuestras comunidades se fortalecieron a través de la participación en la vida eucarística y de manera especial en la celebración de la Reconciliación a través de la Confesión Sacramental, experimentar el perdón será siempre mucho más importante que haber caído producto del pecado, por ello, creo que muchos y muchas pudieron comprender la importancia del perdón, unido siempre al sacrificio Eucarístico de Cristo por todos. Un segundo fruto de este año es sin duda, haber crecido y profundizado en las Obras de Misericordia, tanto espirituales como corporales; el solo hecho de conocerlas y tratar de hacerlas vida es la tarea más desafiante para nuestras comunidades, de ello, se desprende tantas acciones que durante el Año Jubilar se realizaron y que marcaron este tiempo especial de Gracia, en definitiva las obras de misericordia son el camino para mirar al otro con la dignidad de persona que se merecen, esto más que una utopía, debe ser una llamada imperativa para no perder la ruta de la acción misionera de todos, sin dejar de lado la dimensión espiritual de la misericordia. Un tercer fruto que puedo destacar es la motivación de, para ganar la indulgencia a través de la Peregrinación Jubilar, pues, pude percibir que, en todas las comunidades y decanatos, estuvo el deseo de preparar su propio Jubileo, coincidiendo con sus fiestas patronales o realizando un tiempo de preparación especial para lograr los frutos espirituales del Jubileo. En definitiva, los frutos son la mejor forma de hacer vida este tiempo especial de misericordia.
Cierre del Jubileo de la Misericordia, unido a María
Como es sabido por todos, en nuestra Iglesia Diocesana, especialmente en Temuco, el Jubileo culminará con la celebración de la Inmaculada Concepción, el día 8 de diciembre, esta es la ocasión propicia, para unir todos los frutos y anhelos jubilares y ponerlos en las manos de la Madre Bendita del Cielo, ella que supo experimentar la gran misericordia al ser escogida por Dios para darnos al autor de la divina misericordia, nos conceda la Gracia de seguir siendo Iglesia en Misión permanente, sin olvidarnos de hacer y ser signos de misericordia con el que lo puede necesitar.
Dios mantiene abierta la puerta de su amor misericordioso
Para finalizar este artículo, el cual he querido hacer una pequeña y breve mirada del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco, quisiera profundizar en un pasaje de la carta conclusiva: Misericordia et Misera, que dice: “Termina el Jubileo y se cierra la Puerta Santa. Pero la puerta de la misericordia de nuestro corazón permanece siempre abierta, de par en par”. Les invito con renovada fe, a hacer vida estas palabras, pues, en medio de tantas enemistades y divisiones, necesitamos mucho de la misericordia divina, pero los que hacemos posible la operatividad de este despliegue de misericordia, somos cada uno de nosotros, que, con nuestro testimonio de vida y la ayuda de la GRACIA de Dios, podremos cada día cantar las misericordias del Señor. Esta es la verdadera re-evolución de la misericordia: Orar-Cantar-Actuar.
Fr. Rodrigo Aguilar Gómez. Mercedario