Escribe: Mons. Jorge Concha Cayuqueo, o.f.m., Obispo de Temuco y Gran Canciller UCT
Quisiera aprovechar este espacio para reflexionar sobre la valiosa contribución que una Universidad Católica está llamada a brindar a su territorio. Una Universidad Católica no es solo un lugar de conocimiento, sino también un faro de luz que aspira a ser guía de nuestra sociedad en la búsqueda de la verdad, la justicia y la excelencia. Su aporte público y de servicio es un imperativo de su identidad, y un patrimonio que debemos valorar y proteger como comunidad regional.
La labor de una Universidad Católica se extiende más allá de las aulas. Sus investigaciones y proyectos de desarrollo tienen un impacto directo en nuestra sociedad, en tanto buscan generar bienes públicos al servicio de su comunidad. Desde la promoción de la justicia social hasta la atención de los más necesitados, la universidad se convierte en un motor de cambio, que transforma vidas. Las contribuciones en áreas como la salud, la educación, la cultura y el desarrollo sostenible son parte fundamental de su quehacer y se hacen sentir en cada rincón de nuestro territorio.
En los distintos discursos, encíclicas y cartas que nos ha regalado el Papa Francisco al mundo universitario, se identifica un conjunto de desafíos para nuestras sociedades actuales: el individualismo, la desconfianza, la incertidumbre ante el futuro, la desesperanza y la “cultura del descarte”; haciendo un llamado a las universidades católicas a ser promotoras de una “cultura del encuentro”, conectada con los desafíos del mundo, una “universidad en salida”.
La Universidad Católica de Temuco quiere hacer carne, en todo su quehacer, esta expresión de catolicidad y humanismo cristiano, ordenando sus decisiones y quehacer en todas sus funciones académicas a la expresión de un servicio a su comunidad regional. Todas estas decisiones tienen por centro a la persona, al ser humano, porque nacimos para servir, para desarrollar a los habitantes del territorio en el que estamos insertos.
La vida y misión de la Universidad Católica encuentra su fuente inagotable de inspiración e impulso en el compromiso con la búsqueda de la verdad, con el servicio y la solidaridad que Dios enciende, por la fe y el amor, en el corazón y en la mente de hombres y mujeres. Es lo que clara y sostenidamente ha estado en quienes desde sus inicios incubaron la idea de una Universidad Católica en nuestra ciudad y región. Es lo que a lo largo de su historia sigue nutriendo su sello distintivo: el servicio en el más amplio sentido de la palabra, como expresión de la fe en Jesucristo, que vino a servir, que pide a sus seguidores ser servidores, para que todos alcancemos la vida y la vida en abundancia (cfr. Jn 10, 10). La fe es un don gratuito de Dios y el servicio, expresión de amor al prójimo, es obra que da testimonio de nuestra fe.
De aquí el afán que explica la decisión de crear una nueva carrera de Medicina en nuestra región a partir de 2024. Se trata de un acto sustantivo y relevante para la institución y La Araucanía, el cual está fundado en la brecha de profesionales que existe en el país, que son de una gran necesidad en poblados y comunas eminentemente rurales, como acontece en nuestra Región de La Araucanía.
Esta es una buena noticia para Temuco y el sur de Chile, una ventana de posibilidad que traerá empleos, educación y una mejor calidad de vida para sus habitantes. Es, asimismo, un importante servicio de la iglesia y la universidad para la región, reuniendo un conjunto generoso de voluntades, y el acompañamiento de la Pontificia Universidad Católica de Chile en este desafiante proyecto.