Una sociedad justa y fraterna, desafío y tarea que a todos nos involucra
1. Renovados y animados por la resurrección de Cristo y por los frutos del Año Santo Jubilar de la Misericordia que ya estamos contemplando en el país, concluimos nuestra asamblea plenaria, justo el día en que conocemos la reconfortante palabra del papa Francisco en su exhortación apostólica postsinodal “Amoris laetitia” (la alegría del amor).
2. Esperamos que el espíritu y los contenidos de este documento pontificio puedan tocar el corazón de tantas personas y familias, fundadas en el sacramento del Matrimonio, especialmente de aquellas que han vivido el dolor y la dificultad, y de las que se han sentido lejos de la Iglesia. “La alegría del amor” es una buena noticia que también a nosotros, pastores, nos interpela a ser siempre misericordiosos. Invitamos a todos los agentes pastorales del país a conocer y profundizar en este texto, que es una buena noticia para la sociedad y la Iglesia.
3. Servir allí donde duele, mostrar el amor de Dios Padre de misericordia en los momentos y lugares de sufrimiento, ha sido el desafío que hemos orado y reflexionado estos días. Damos gracias por la tarea que miles y miles de hermanos desempeñan en obras de misericordia, en cárceles y hospitales, junto a los niños vulnerados y a los adultos mayores, entre otros tantos espacios de promoción humana que la Iglesia emprende, en nombre de Jesús, como un servicio a la sociedad. La realidad de los inmigrantes y refugiados, en Chile y en el mundo, es un llamado de atención que no nos deja indiferentes.
4. Vemos con esperanza el desarrollo de iniciativas legales tendientes a disminuir el sufrimiento de personas privadas de libertad, afectadas por enfermedades incurables o por su edad avanzada. Creemos que es una bella expresión de misericordia y solidaridad que apoyamos vivamente.
5. Hemos reflexionado sobre la realidad de nuestro país, marcada por una nutrida agenda de reformas e iniciativas de ley, muchas necesarias para el bien común, otras lesivas contra el más fundamental de los derechos humanos: el derecho a la vida que tiene todo ser humano desde su concepción hasta su muerte natural. Lo seguiremos promoviendo con humildad y con la fuerza que brota del testimonio de acompañar a tantas mujeres que salen adelante tras su opción por la vida. Con el mismo empeño seguiremos promoviendo un sueldo ético y mejores condiciones de vida para los más pobres y excluidos.
6. También hemos compartido nuestra inquietud por el cuestionamiento a la ética pública, a la relación entre dinero y política y a la decepción que diversos casos judiciales han originado respecto de instituciones y líderes. Creemos que la transparencia y la justicia son indispensables para la convivencia, pero también el respeto por la dignidad de las personas, la serenidad en las reacciones y la búsqueda del bien común. Lo peor que podría ocurrirle al país, en la antesala de elecciones municipales, es despreciar o subvalorar la política y el servicio público. Necesitamos políticos que trabajen infatigablemente en la búsqueda del bien común.
7. Tenemos una especial preocupación por la situación que se vive en la Araucanía. Hacemos presente nuestro dolor por la creciente violencia que ha cobrado la vida de personas mapuche y no mapuche, entre ellos efectivos de Carabineros de Chile. Los atentados incendiarios han perjudicado gravemente a familias y trabajadores; han dañado viviendas, escuelas, transporte, agricultura, medios de producción y también templos. Cuando no se respetan valores tan esenciales para la existencia de un pueblo creyente, como son el derecho a la vida humana, su seguridad y sus espacios sagrados, se hiere el alma misma de este pueblo. Estos hechos, que son rechazados por la inmensa mayoría de la población, corren el riesgo de estigmatizar a todo el pueblo mapuche y desacreditar su sana búsqueda de reconocimiento y reparación.
8. Tan alarmante e incomprensible como lo anterior es la lentitud del Estado y sucesivos gobiernos, en su deber de buscar soluciones eficaces a esta situación. Ello pasa por acoger los legítimos anhelos de las comunidades mapuche, que desde hace más de un siglo claman porque se les haga justicia ante conocidas situaciones de violencia, despojo, desconsideración por su identidad, cultura, organización; también ante la invisibilidad y pobreza a la que de hecho fueron confinados. Exhortamos a las autoridades políticas, a líderes sociales mapuche y no mapuche, a todos los constructores de la sociedad, a buscar fórmulas que permitan trabajar juntos por una nueva Araucanía en paz a través de una urgente justicia para todos.
9. A pesar de estas dificultades, desde la certeza de Cristo Resucitado miramos con esperanza el porvenir. Un país que se levanta de todo tipo de calamidades, también es capaz de vencer el engaño, la violencia y el miedo con verdad, justicia y paz. Invitamos a todas las personas a dar lo mejor de sí para hacer de Chile una sociedad más humana, más justa y fraterna. Que ningún espacio de participación nos sea ajeno. Siéntanse protagonistas, aportando cada uno en su ámbito.
10. Junto al papa Francisco, confiamos estas intenciones a la Sagrada Familia:
Jesús, María y José
en ustedes contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a ustedes, confiados, nos dirigimos.