+ Jorge Concha Cayuqueo, OFM, obispo Diócesis San José de Temuco
La atención por los demás ha sido y lo seguirá siendo en todas partes una fuerza básica fundamental que ha generado dinámicas necesarias para crecer en humanidad. El ejemplo y las palabras de Jesús lo sitúan a Él en el corazón de este dinamismo y para los cristianos es y seguirá siendo el referente por excelencia. Él nos enseña que el atender los problemas que afligen a los demás, en especial a los más pobres, es el camino, porque Él mismo está en ellos.
El Evangelio de este domingo dice, resumidamente, que «Jesús pasó a la otra orilla del lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque veían los signos que hacía con los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos… Al ver Jesús que mucha gente acudía a él, dijo a Felipe: ¿Dónde podríamos comprar pan para dar de comer a todos éstos? Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tanta gente?… Luego tomó los panes y después de dar gracias a Dios, los distribuyó entre todos. Hizo lo mismo con los peces y les dio todo lo que quisieron… Con lo que sobró llenaron doce canastas» (Jn 6, 1-3. 5. 9. 11. 13).
Este texto sigue dándonos cuenta de la sensibilidad de Jesús por lo que le pasa a la gente; en él no hay indolencia, indiferencia; él sabe identificar en profundidad sus necesidades. Para nosotros, esto no será posible si no nos movemos, si no vamos de una orilla a la otra, como lo hizo Jesús; si no salimos del lugar de comodidad en que nos encontramos y si no nos ubicamos en el lugar que nos ayude a mirar con atención la realidad, como también lo hizo Jesús. El salir, mirar con atención, nos ayudan a despertar el fuego de la caridad del que todos somos capaces y nos hace encontrarnos, reconocer, conectarnos y hace posible la acción. En esa acción, Jesús mismo está ayudando, Él hace posible el milagro. Había poco pan, había pocos peces, pero con esos pocos se comienza, Él hace que alcance para muchos. El poco pan y los pocos peces Jesús los reparte a mucha gente, e incluso llega a sobrar.
Para nosotros es un llamado a compartir, a la solidaridad. No podemos pedir al Padre «el pan nuestro de cada día» sin acordarnos de los demás que no lo tienen. La Eucaristía nos nutre del amor del Dios, que nos da la vida eterna a la que Dios mismo nos introduce en esta vida para alcanzarla, luego, en plenitud. Andar en el amor es andar en vida eterna ya en esta vida. La Eucaristía nos hace testigos de la compasión de Dios por todos y nos orientan a estar de parte de la justicia, que es expresión de la caridad, a crear fraternidad y a compartir en solidaridad.